Fecha de la entrevista: 22/06/2005
Lugar: Uruguay
Tema: Entrevista a Lacy Duarte
Entrevistador: Anamaría Forteza
LatinArt: De Mataojo (1) a la Bienal de Venecia hay un largo trayecto, no solo geográficamente hablando. Es un gran reconocimiento a la labor de un artista, la consagración. ¿Cómo analizas esto que estás viviendo, que imágenes y situaciones de tu vida te hace evocar?
Lacy Duarte: Para mi fue una sorpresa esta ida a Venecia, en realidad si no fuera que tenía obra, porque hace años que estoy trabajando, hubiera renunciado, porque en dos o tres meses no podes preparar una Bienal. Vengo trabajando en esa temática que llevé a la Bienal por lo menos desde el año 1990.
Empecé a estudiar pintura a los quince años, viniendo del campo, con el húngaro José Cziffery, con una formación muy sólida -fue alumno de Matisse- aunque no era académico porque era un expresionista. Hice todo el proceso de aprendizaje que se hace en cualquier taller. El arte fue parte de mi vida, todo fue surgiendo, yo nunca pensé que iba a llegar a Venecia, nunca pensé que me iban a tener en cuenta en Montevideo. Me dediqué años a la docencia y después años a hacer tapiz, porque me echaron del país durante la dictadura (2). En el ’81, volví a Montevideo y comencé a trabajar con pintura, mucha gente me ayudó y me orientó.
LatinArt: ¿Esa es la etapa de Rituales, Mitos, Espejos y Mentiras?
Lacy Duarte: Anterior a eso hice una exposición de móviles, con piolitas, alambres. Eran como encierros indirectos, era el año 1982, y estábamos en plena dictadura. Una persona que fue a ver la exposición, un militante, dijo ¿como se animó a poner todos esos tipos colgados?! En 1986 hice una exposición de pintura, me costó mucho reengancharme.
LatinArt: Una carrera artística que empieza en la adolescencia, con mucha actividad y luego un largo paréntesis, incluso fuera del país, y el regreso en los años ’80. ¿Hay un quiebre entre la primera época y la de los ’80? ¿Cuáles fueron los cambios internos que llevaron a catalogar tu obra de difícil, o como neo expresionismo?
Lacy Duarte: Creo que lo de pintura difícil es porque en realidad nunca estuve con la mirada en como podía ser recibida afuera, sino que era mi lucha con lo que estaba haciendo. En mi etapa anterior, de Salto, hacíamos retrato, naturaleza muerta y todo lo que se hace en un taller. Hubo un período en que yo empecé a hacer monocopias, muy distinto al resto del taller y un pintor muy conocido, Leopoldo Novoa, me invitó a exponer en Montevideo. Luego de eso por mucho tiempo no pinté, estuve en la enseñanza, hasta que volví con el tapiz. Pero el cambio interior se hizo en mi pintura cuando murió mi marido y me vine a Montevideo. Yo siempre estaba mirando la pintura de artistas que tenían que ver con la escuela que aprendí, expresionistas como Suskind, De Kooning, Bacon. Cuando viajé y vi la obra original de De Kooning, el ser que yo admiraba por los libros, me siguió gustando pero entendí que el mundo de ellos no era mi mundo, ese viaje a Europa y Estados Unidos me cambió, pero fundamentalmente me cambió mi terapia. Fue la época de Rituales, Mitos, Espejos y Mentiras. En esa época en que volví a Montevideo me sentí muy por fuera, desubicada, en el interior yo milité en política toda la vida y cuando empecé acá la militancia encontré a un montón de compañeros tan conservadores que yo decía, como van a cambiar el mundo con esas cabezas cuadradas. Junto con mi terapia revaloricé a mi madre, me revaloricé como mujer, fue todo un proceso.
LatinArt: A partir de los años ’90 comienzas a experimentar con nuevas técnicas, como las instalaciones y objetos, el abordaje de tu infancia en el campo, la mujer rural.
Lacy Duarte: Me fui de mi casa en el campo a los 15 años, siempre sentí que mi madre nunca me perdonó, sentía que había una cosa no saldada ahí. En mi terapia me reencuentro con mi madre en el sentido de que ella fue una creadora también. En mi trabajo a partir de los ’90, a partir de ese proceso, volví a mi infancia y adolescencia en el campo y empecé a recrear los objetos que hacía mi madre, nuestros juguetes. Ella con todo el trabajo que tenía, se daba tiempo, por una necesidad creativa, no sería solo por nosotros pienso. Tallaba maderitas, hacía caballitos, muñecas de pan, de madera, de trapo y de barro. Juntaba tierra y jugos de tunas y con eso pintaba la casa, era su necesidad creativa, pero eso lo descubrí de grande.
Así que empecé a trabajar con este tema y con la realidad en la que vive la mujer del campo. Este trabajo, el que me llevé a Venecia, tenía varías conexiones estratégicas: el uso en relieve, el uso de los pequeños pedazos de pan que relaciono con mi niñez, la manta, que son las traperas (3) que hacen en el campo con ropa vieja.
Conseguí una trapera hecha por unas ancianas y la intervine con dibujos y cositas mías, y la puse en la escalera del pabellón uruguayo. En una entrevista que me hicieron allá, me dijeron que cuando miraron eso por primera vez les pareció de una agresividad insoportable, después empecé a entenderlo, porque era lo más pobre de la exposición. Yo puse no es arte pobre, es desde lo pobre. Esa trapera que da una imagen frente a la opulencia del ambiente, había gente que no se animaba a pisarla había gente que la pisaba, en realidad estaba para eso, para ser pisada y destrozada. Y es que en realidad ¿no nos están pisando? Si allá sentís una xenofobia que no puede ser.
LatinArt: ¿Qué experiencia trajiste de la Bienal de Venecia, viste algo particularmente interesante, a tu juicio, para destacar?
Lacy Duarte: Yo me quedé contenta con la receptividad de la gente, ahora si me preguntas que me pasó con la Bienal, te confieso que todo no pude ver. La sensación es: quien hace algo más novedoso, más original, más nuevo y más grande.
El tema de la bienal era la experiencia del arte. El arte para mi es una forma de vida, una forma de aliviar la vida. Nunca trabajé para competir con alguien ni para exponer en algún lado, cuando trabajo no estoy pensando en lo que viene después sino en lo que estoy haciendo y lo que me significa como sentido de vida.
Por ejemplo en la Bienal había un video y fotos de una japonesa de una sutileza impresionante, era ropa de mujeres, era de un refinamiento y de una sutiliza que realmente te llegaba. A pesar de ser un mundo tan opuesto al mío, igual conmovía.
Después había un belga que hizo una obra en video, era un espacio lleno de videos sobre la cotidianeidad y tenía a la vista todos los cables y aparatos, todo ahí, y opuesto a eso había un espacio azul, como de 8* 8* 8 (metros) sin aristas, vacío. No se cual era su intención, pero si el arte tiene algo, es que el observador tiene su parte, y a mi me sugirió esa sensación de vacío que a veces uno siente en muchas cosas. De su mundo en crisis, esa cosa de que el ser humano participa cada vez menos y más la máquina.
LatinArt: ¿Se puede decir que tu arte es una protesta frente a una sociedad que reniega sus realidades?
Lacy Duarte: Creo que eso fue cuando usaba mucho color, no es que te propongas hacer algo de protesta pero tenía una reacción muy implicada (en todo lo que era la realidad política del país).
Cuando pinto me angustio mucho, cuando hago las muñequitas, los pancitos, las traperas no me angustio es como un juego. Pero necesito pintar, creo que en la pintura sale más lo inconsciente, me pongo a pintar y no tengo una propuesta, pero lógicamente que hay una intención. Cuando yo usaba mucho color es como que gritaba y ahora es como que susurro.
En mi última exposición que se llamaba "Las manos limpias", hice bretes de campo, como la masa (humana) metida en un brete, porque creo que ahora, en la época de mayor comunicación, hay menor comunicación entre los seres humanos. Hice un brete de ovejas, puse al final una especie de pecera con cabezas de ovejas muertas y una foto de ovejas, que las van metiendo en el brete y salen.
La exposición se llamaba las manos limpias por el hecho que nadie puede carnear en el campo sin ensuciarse las manos. O sea, cada uno es responsable de sus actos, nadie puede hacer determinadas cosas y después lavarse las manos (en sentido figurado). Nos equivocamos todos, pero cada uno es responsable de lo que hace. ¿Quién tiene las manos limpias? No se si lo mío es de protesta, es mi manera de ver el mundo y trato de hacer todo esto por mí misma, no tiene ninguna intención, ni de mensaje ni de nada, es lo que yo puedo hacer.
LatinArt: ¿Cómo te fue allá con tu obra, además de la anécdota de la trapera?
Lacy Duarte: Tuve una buena aceptación, pero no se cual fue el juicio o la crítica. Me han dicho que la obra es muy fuerte, introspectiva, y que eso es una tendencia de las bienales de ahora. Hay gente que critica lo introspectivo, pero la verdad, ahora capaz que me satisface más leer un libro que ver una muestra, porque es tan frío, el ser humano está tan por fuera.
LatinArt: En la actualidad, en Uruguay hay varios artistas jóvenes de los que se oye hablar mucho, mientras que por otro lado hay artistas, particularmente los que destacan por sus posturas políticas izquierdistas, a quienes se les ignora.
Lacy Duarte: A los jóvenes artistas se les debe apoyar en todas las áreas. Pero no hay que colocar valor sólo por el simple hecho de ser jóvenes. Creo que hay un proceso de aprendizaje. En realidad los jóvenes de hoy se abren paso mejor que nosotros; hoy si no te ven no existís, los mayores tienen que actualizarse, mostrar su trabajo, no podemos aislarnos. Yo no me puedo quejar, porque cada vez que he mostrado mis cosas me han reconocido lo suficiente ya ves que ahora me nombraron para la Bienal de Venecia, y salió porque hubo un gran esfuerzo colectivo, porque sino no llegábamos.
Pero creo que en este país la cultura no le importa a nadie, lo digo con absoluta honestidad. Hay planes de emergencia, claro, hay gente pasando hambre, primero hay que tener en cuenta el hambre, y yo milité toda mi vida por eso, pero en general, ningún país sale a flote si ignora a la cultura, no se hace ningún cambio ignorando la cultura en general, la enseñanza, las artes.
En otros países el mercado le abre el camino al artista, las galerías. A un artista brasilero una galería creo que lo mínimo que gastó fue un millón de dólares para llevarlo a la Bienal, esa es otra historia, a pesar de los desniveles que tiene ese país.
Uruguay es la Suiza de América en cultura, salieron grandes intelectuales y grandes pintores, a pesar de no tener apoyo. Pero hay pintores nuestros, como Barcala que se tuvo que ir del país y en España era el nene mimado de la intelectualidad. Barcala no tiene una concientización en Uruguay, porque no hay quien le interese levantar a Barcala, Espósito, De Simone, un artista nuestro grandioso. Es muy perverso todo lo del mercado del arte. Este país es una cosa rarísima sigue dando gente importante, en literatura hay gente valiosísima que anda haciendo pininos para llegar a fin de mes. Tampoco creo que la plata asegure que vas a ser artista. Yo sigo pintando porque vivo de una jubilación y soy absolutamente gasolera, no vivo de la pintura. Hice una venta ocasional a un norteamericano y me construí el taller, incluso le di un precio y me dijo que lo subiera porque no era creíble, pero son ocasionales, vivir de tu obra es difícil. Me invitaron de Alemania a la Trienal Kleinpastik FellBach (2002), un encuentro de críticos que invitan a artistas. El catálogo es impresionante y estoy con la gente más importante del siglo. Pero expones con el mismo Dios y acá no le importa a nadie. Saqué el Premio Figari (Uruguay 2002) y ¿crees que alguien vino a comprarme un cuadro? No.
No tengo ninguna galería en Montevideo, a ninguna galería le interesa mi obra, porque es difícil, porque no forma un público.
Yo vendo en mi casa, en Venecia varios alemanes me dejaron su tarjeta porque les interesa mi obra para cuando termine la Bienal, pero acá no.
1. Localidad rural en el Departamento de Salto, al norte de Uruguay.
2. Gobierno militar 1973 - 1984.
3. Mantas o cubrecamas artesanales, hecha con ropa en desuso.
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