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Marí­a Fernanda Cardoso

Retrato del Artista by Marí­a Fernanda       Cardoso






transcripción de la entrevista

Fecha de la entrevista: 01/06/2002
Lugar: E.U.A.
Tema: María Fernanda Cardoso: La Trasgresión del Hábito
Entrevistador: Adrianna Herrera

LatinArt:  La obra de Marí­a Fernanda Cardoso, una de las artistas colombianas contemporáneas que despiertan mayor interés en el ámbito internacional, es tan irreconciliable como ella misma. Se erigió a sí­ misma como icono con la imagen que la hizo famosa: la domadora y reina de un fantástico circo de pulgas ataviada con altas botas y un traje plateado mientras dirigí­a el espectáculo más pequeño del mundo y demostraba que la conducta de los insectos podí­a ser convertida en una obra de arte.
En conjunto, sus creaciones - desde colchones de tierra, hasta agua tejida con estrellas marinas, sin olvidar sus impresionantes figuras de cí­rculos rituales con cadáveres de lagartijas y sapos- son una inmersión en las obsesiones de la infancia: los elementos, los seres anfibios, las transformaciones, la hibridación o el camuflaje, y en resumen, la maravillosa variedad de las estrategias de supervivencia ubicadas en contextos que encaran la violencia polí­tica o las simples leyes de la depredación natural...

Uno de los aspectos más interesantes de su obra es la libertad con que se enfrenta al material: puede partir de moscas disecadas, pulgas vivas, tierra, agua o flores plásticas e incluso "souvenir" turí­sticos, todos objetos ya dados. ¿Nos podria hablar un poco de esto?

Marí­a Fernanda Cardoso:  Mi destino artí­stico es como un discurso que se va haciendo, que brota de una exploración constante del material. El hallazgo de Bachelard fue determinante en ese descubrimiento. Lo encontré cuando estaba haciendo mi tesis sobre el agua y me ayudó enormemente a entender el material, su simbologí­a, su sensualidad, su fuerza, la poética de cada elemento. Yo me descubrí­ como escultora cuando entendí­ que podí­a esculpir con agua y ahí­ fue donde comenzó una manera de trabajar en la que en lugar de fabricar nada, debí­a encontrar, malear, jugar con materiales cargados de sentido, buscando que aun más allá de toda simbologí­a, me impusieran la forma, me dictaran un resultado que provení­a del diálogo con la materia. La creación artí­stica es una relación entre el ser humano y el material: eso es la base de todo. Es un largo proceso, en el que no se puede predecir el resultado.
Las obras finales de mis trabajos con el agua fueron dos bolsas gigantescas de un material plástico como vejigas hinchadas llenas con una tonelada de agua y adentro las espumas de color se saturaban y se desplazaban. Hice también copas de agua gigantes con membranas de plástico que colgaba y llenaba de agua que escurrí­a en gotas y la gente podí­a pasar por debajo de esa escultura.
Después del agua me volqué en la tierra, hice obras con pasto germinado, y empecé a descubrir las formas del maí­z, las posibilidades estéticas de las raí­ces que se retorcí­an, de las plantas germinadas... Un hilo conductor de mi arte es la fascinación total por la observación de otras formas de vida, conectada a las criaturas y a los elementos.

LatinArt:  La abuela de Marí­a Fernanda le enseñó a distinguir el sexo de los moscos, su abuelo encontró la causa de la malaria en Colombia, su padre le reveló los nombres cientí­ficos de las plantas, y ella sintió siempre dos fascinaciones: la de los universos de lo más pequeño - por eso los insectos, las pulgas- y la de los seres capaces de existir entre elementos distintos, de transformarse. "De niña - confiesa- yo siempre querí­a ser sapo, poder habitar entre elementos distintos como el agua y la tierra".

Tal vez es una forma de sentir que el poder de la muerte sobre las criaturas es menor en tanto ellas dominan más elementos; pero al tiempo manejas precisamente la obsesión por exhibir la muerte recurriendo el cadáver de estos mismos animales.

Marí­a Fernanda Cardoso:  Después de la exploración con materiales vegetales me enfrentaba al hecho de que inevitablemente la muerte alteraba las formas, los colores, y hací­a que ese arte vivo que yo tomaba de la naturaleza, manipulando sus elementos, sólo existiera de un modo muy fugaz. Descubrí­ que la muerte, aun con todo su dinamismo, estaba más cercana de la permanencia, y de esa noción surgió la idea de trabajar con los cuerpos de animales muertos: lagartijas, sapos, culebras, moscos y grillos asociados a la mitologí­a sobre la hechicerí­a, pero que para mí­ no tení­an ese significado. Los elegí­a por su fuerza visual. A las ranas las poní­a en forma geométrica como las figuras precolombinas siguiendo las posturas de los animales que fueron sagrados para los antepasados. No son posiciones naturales, pero tampoco lo contrario en la medida en que resultan comunes para estas culturas: las patas en ángulo recto se encuentran por ejemplo en todas las figuras de los incas.
La idea del orden que brota de la geometrí­a, el hecho simbólico de las representaciones zoomorfas con su carga ritual, con la relación con el agua, la fertilidad y la vida; se mezclaba con la experiencia sensorial del contacto táctil con esos animales muertos. Partir de esa material es abrir una puerta surreal, el solo hecho de vivir en un taller que huele a formol es una experiencia muy fuerte. La primera vez que abrí­ una caja llena de sapos muertos me espanté. Recuerdo que hice un bloque que imitaba el ladrillo y utilicé los cuerpos de los sapos comprimidos. Habí­a en esa imagen un impacto enorme, que a la vez me resultaba fascinante.

LatinArt:  Hay una intención desafiante en esas representaciones artí­sticas de la muerte...

Marí­a Fernanda Cardoso:  Es claro que se nos plantea la relatividad de lo que es permitido o no, bello o feo, al interior de cada cultura, e igual hay una cuestión platónica acerca de la relación entre la verdad y la belleza. Según Platón la verdad es bella. Entonces, cuando tú estás mostrando la imagen de muerte, en la medida en que es verdadera porque es real, deberí­a desencadenar lo bello. Sin embargo está la percepción del horror. Así­ surge un cuestionamiento de ese concepto, la necesidad de moverse alrededor de éste, de confrontarlo.
A mí­ me interesaba que la gente mirara la muerte de frente, no una representación de un animal: la muerte en sí­. Esos animales no están disecados, no pretenden estar vivos... Se convierten en obras de arte por la manera en que los arreglo y los exhibo y resultan entonces bellos; pero tú miras un momento y es el cadáver; tú miras otra vez y ves la belleza, la obra de arte. Es como esa obra de Picasso de la una silla de bicicleta con los cachos. Miras un instante y es una bicicleta, miras otro, y ves el toro. Tu percepción salta de uno a otro objeto. Me interesa estar en el borde de algo que se convierte en arte y algo que no es arte, que es una realidad simplemente. Tocar ese espacio de las transformaciones... Por otra parte, se daba un representación de la paradoja entre una cultura que se niega sistemáticamente a encarar la muerte, pero al tiempo, la produce de una forma desbocada, tal y como sucede en Colombia, donde la violencia se convirtió en negocio. Además, también hay una reflexión conectada a mi afán de investigadora cientí­fica. Es claro que la misma obsesión cientí­fica de observación y de clasificación está guiada por una atracción estética que puede llegar a rozar la muerte que es la gran pregunta de la humanidad.

LatinArt:  Una parte muy interesante es el trabajo que desarrollas sobre los juegos de ocultamiento, y el hecho de que lo haces con los mismos elementos - alas de mariposas- en dos estados: cuando se camuflan sobre troncos, haciéndose tan rí­gidas como tierra seca, y cuando despliegan todo su color, que es el punto de partida de la exposición "butterfly drawings."

Marí­a Fernanda Cardoso:  El camuflaje es una estrategia rarí­sima. Que un animal pretenda ser una planta ya de por sí­ es como si una mujer quiere parecer una piedra; es como transgredir las divisiones entre los reinos. Son pruebas de inteligencia. No es la inteligencia individual de una mariposa o de un grillo, sino de las especies. Y que además se inmovilicen, pretendan estar muertas para sobrevivir es algo que ejerce sobre mí­ esa fuerza de atracción que produce la belleza. Son extrañas estrategias de vida que además involucran la idea de la perfección: copian con una impresionante exactitud incluso las manchas, los detalles mí­nimos que hacen a una hoja viva, justamente por sus imitaciones exactas de lo imperfecto, de las manchas que surgen en la superficie cuando están descomponiéndose. Son manchas que hacen que parecen que ya se está rompiendo la hoja. Entonces me preguntaba cómo pueden tener esa estrategia de belleza, de ser coloridas y atraer la atención en pleno vuelo y al mismo tiempo la de pasar desapercibidas cuando necesitan desaparecer para protegerse. No sólo a través de la apariencia fí­sica, sino del comportamiento se hacen invisibles, se inmovilizan. El trabajo del camuflaje -ramas en yeso y metal cubiertas con hojas secas que en realidad son mariposas camufladas-las muestra como pequeños Houdinis, haciendo su acto de desaparición.
La exhibición "Butterfly Drawings" es lo opuesto. Analizo las formas, los colores, a partir de la simetrí­a. Las alas de las mariposas son como un espejo y al ordenarlas crean patrones distintos. Juego con maneras de ordenarlas, proponiendo formas de ordenamiento geométricas que emanan de los diseños propios de las mariposas y de los dibujos internos de sus alas. La repetición crea la sensación de movimiento, y reproduce el principio de la animación. Hay un punto en que el ojo te dice que encontró lo que estaba buscando.

LatinArt:  ¿En que piensas cuando trabajas?

Marí­a Fernanda Cardoso:  Formas, colores, en nada más.

LatinArt:  Has afirmado que habrí­as podido ser cientí­fica de no ser porque necesitabas aproximarte a la realidad desde más de una perspectiva y eso sólo te lo permití­a el arte. Sin embargo, la obsesión por la investigación entomológica está presente a lo largo de tu trayectoria.

Marí­a Fernanda Cardoso:  Para construir esa obra mí­a de bolas de icopor que cubrí­ con moscas - un trabajo que a diferencia del circo de las pulgas no exploraba las conductas de los insectos sino su morfologí­a - yo criaba las moscas y cuando morí­an las disecaba. Y te dirí­a que el resultado - el punto en que el ojo sabe que encontró la forma exacta- no es lo único importante. A mí­ me apasionaba por igual el hecho de aprender a criar las moscas, construir las jaulitas artesanales, armar una colonia, lograr las condiciones para que se reprodujeran, seguir el proceso de transformación de las larvas, acostumbrarme al desesperante sonido que emiten, incluso al olor a putrefacción de la comida con que las alimentaba; no sólo porque así­ cumplí­a mi fantasí­a de ser cientí­fica -criar animales de laboratorio y devorar toda la literatura técnica del mundo-; sino porque habí­a ahí­ una cuestión de cómo mirar, de observar otros mundos y revelarlos.




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