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featured exhibition
El D_efecto barroco


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Centre de Cultura Contemporánia de Barcelona,
Nov 09, 2010 - Feb 27, 2011
Barcelona, Spain

El D_efecto barroco
by Joaquí­n Barriendos

En este sentido, la idea de concebir el defecto de lo barroco como una hegemoní­a monolí­tica que es patrimonio común de todos los hispanos no sólo es una amplificación de la idea del clasicismo numantino de Rubert de Ventós sino que también parece dar por cierto lo que él llama la ‘situación barroca’ americana: "Asistimos, pues, en las Indias, al paroxismo de lo que he llamado una ‘situación barroca’: la necesidad de amalgamar realidad dispares y de comunicar con auditorios desconocidos. Y también a su brillante resolución en unas iglesias que no se dejan impresionar por el espí­ritu indio sin impresionarlo a su vez y seducirlo con la magnificencia de sus coros, su liturgia, sus imágenes y sus metáforas: todos los elementos que, según el jesuita Lejune: "inspiraron una profunda admiración en la mente de los indios, de modo que abrazaron, sin ninguna presión ni constricción, las creencias de aquellos que admiraban" [cursivas mí­as]. Para Rubert de Ventós no hay pues nada de indio, de oriundo y transgresor en la iglesias barrocas de Taxco (México) sino sólo la imposición de un estilo engañoso que se imprimió en el ser indí­gena (a través del mestizaje) dejando intacto el estilo y la polí­tica de lo barroco español. El relato es el de un barroco colonial abrasivo que se inscribe en un sujeto inocente, deseoso de ser impresionado. Las ‘indiátides’ talladas por los indí­genas que subvierten y suplantan a las ‘cariátides’ en la fachada de San Lorenzo (Potosí­) no son para Rubert de Ventós (y tampoco parecen serlo para los curadores de El D_Efecto Barroco) otra cosa que meros malabarismos de la forma; meras volutas del significante que confirman la aceptación de lo barroco como un lenguaje ecuménico. Son sólo una manera de entregarse al espectáculo de la diversidad de la forma. En otras palabras, tanto la tesis de la ‘situación barroca’ americana como la tesis de El D_Efecto Barroco son contrarias a la idea del barroco de indias como un ejercicio de liberación y contraconquista. Hay, como puede verse, al menos dos direccionalidades en lo que a la relación forma estética/contenido polí­tico de lo barroco en el mundo hispano se refiere.

En su lectura más radical, la hipótesis de El D_Efecto Barroco implica que lo barroco trabaja inevitablemente en pro de lo hispano en tanto que marca y esencialización de una identidad pretendidamente excepcional y que, en consecuencia, no hay barroco crí­tico, barroco contra-cultural, barroco anti-español, barroco anti-criollo, barroco anti-casticista, barroco anti-monárquico, neo-barroco anti-franquista, etcétera pues, de haberlos, su teatralidad deberí­a estar atrapada en el continuismo y en la reproducción del mito de lo hispano. Ya que basta con tomarse un par de cervezas en una cantina con casi cualquier mexicano para que aflore de él una legí­tima barroquicidad mestiza exacerbadamente anti-española y anti-hispana como forma sublimada de su nacionalismo (o de latinoamericanismo, si nuestro mexicano se encuentra haciendo un posgrado en Europa o en Estados Unidos), la interpretación de la excepcionalidad inversa de lo hispano que nos propone El D_Efecto Barroco como una polí­tica hegemónica ecuménicamente engañosa, vacua, esencialista y prestidigitadora que se extiende a lo largo del espacio cultural hispano resulta paradójica aunque no deja de ser sugerente.

Me gustarí­a cerrar con algunas preguntas en voz alta suscitadas por la exposición: ¿está lo barroco instaurado de la misma manera en los imaginarios polí­ticos y culturales de España y en el de los paí­ses latinoamericanos? ¿Opera en el integrismo iberoamericanista impulsado por la monarquí­a española la misma polí­tica barroca que en el separatismo bolivariano impulsado por Chávez? ¿Desbarroquizar lo hispano tiene las mismas consecuencias (polí­ticas) para España, para los diferentes paí­ses latinoamericanos y para las diferentes comunidades de hispanos en Estados Unidos? ¿El mito de lo hispano le plantea el mismo dilema histórico, cultural y polí­tico a dichas comunidades? ¿estamos dispuestos a aceptar que no sólo hay un único imaginario supranacional de lo barroco idénticamente hegemónico en España, en Estados Unidos y en Latinoamérica sino también un único mito trasatlántico de lo hispano que incendia el combustible retórico y efectista de lo barroco de la misma manera en Miami, en Valladolid y en Arequipa? Finalmente, ¿el problema de la excepcionalidad de lo español (surgido del mito mono-cultural de la reconquista y de su necesidad de contradecir otros mitos nacional-identitarios europeos pretendidamente universales) es comparable al problema de la excepcionalidad de la América Hispana/América Latina (surgida a la luz de la colonialidad, el imperialismo, el criollismo y la instrumentalización del mestizaje como estrategia de diferenciación de la metrópoli)?

Más que respuestas obvias a tales preguntas tenemos algunas intuiciones para seguir pensando el asunto: para nosotros, el mito de lo hispano (como muchos otros) es menos una superestructura de dominación y administración uniforme y unidireccional de la memoria que un conjunto de contradicciones vividas por sujetos diversos los cuales comparten sin embargo una serie de ficciones comunes, desde las cuales es posible hacer aparecer lo barroco cuando se le necesita o desaparecerlo cuando estorba. Lo barroco, si lo hemos de considerar uno solo, oscila entonces entre el ejercicio obsceno del poder y la disrupción misma de la normalidad con la que éste se administra. Las diferencias entre Menéndez Pelayo mirando a Hispanoamérica desde España y Andrés Bello mirando lo español desde el hispanoamericanismo o la manera en la que la palabra hispanos (que no hispánicos o latinos) dejó de ser una etiqueta usada por ciertos grupos blancos no anglosajones que querí­an distinguirse de los chicanos y se convirtió en una estrategia de autoafirmación polí­tica multiétnica en el nuevo escenario demográfico estadounidense reflejan con claridad esta multidireccionalidad en la construcción, la apropiación y la funcionalidad del mito. De aceptarse lo anterior, lo barroco tendrí­a que verse, aunque fuera sólo para ciertos casos y contextos, como algo disruptivo y desestabilizador, capaz de desmontar el escenario mismo en el que se despliegan los diversos imaginarios de lo hispano.

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