En una de las presentaciones más interesantes de la jornada, el colombiano David Gutiérrez reflexionó sobre la experiencia de Mapa Teatro en Colombia. Esta iniciativa de los hermanos Abderhalden (1984) se entendía a sí misma como un laboratorio creativo que promovía, antes que un activismo per se, el uso de estrategias teatrales como una forma de hacer frente a la marginalidad y la violencia. Gutiérrez aclaró que las acciones de Mapa Teatro no constituirían necesariamente una forma de arte performático, sino un espacio para la creación de imágenes alternativas en una comunidad experimental. El ejemplo emblemático es el proyecto “Horacio” (1993), una obra realizada junto con un grupo de internos en la Penitenciaría Central de Picota, en Bogotá. Para el investigador, esta puesta establecería una trasposición entre la condición de reo y la condición mitológica de Horacio,(5) proveyendo una instancia alternativa de lectura sobre la violencia en Colombia a finales de los 90.
La presentación de Daniela Lucena devolvió nuestra mirada a Argentina, analizando dos espacios alternativos: el Café Einstein (1982-1984)— una suerte de “versión tercermundista del Cabaret Voltaire”—y el Parakultural. El Einstein prefiguró una antesala del retorno a la democracia y articuló en su precario espacio gran parte de la movida punk en Buenos Aires. Posteriormente el Parakultural, desarrollado ya en democracia (1986), tuvo lugar en un local en ruinas, donde en un planteamiento espacial poco común para la época los performers compartían el espacio con la audiencia, lo cual signaría un tipo de libertad absoluta. El Parakultural se habría tornado así, en su última etapa, en una suerte de crisol social, un espacio de posguerra y underground, donde se recuperaría el potencial político de la fiesta.
(iii) “Cuerpos desobedientes: La irrupción de sexualidades rebeldes en el activismo artístico” abordó distintos casos de activismo en relación a una problemática de género. En ellos el cuerpo es asumido como un dispositivo estratégico desde donde subvertir órdenes de género dominantes, como un espacio de resistencia frente a lecturas identitarias normalizadoras. En este eje, vale la pena resaltar la presentación de la chilena Fernanda Carvajal, quien abordó los trabajos de la tríada conformada por Juan Dávila, Guillermo Leppe y Nelly Richard, y posteriormente el trabajo de Pedro Lemebel y Francisco Casas, del grupo artístico Las Yeguas del Apocalipsis. Carvajal identifica la performance de La Pietá (1982), de Dávila y Leppe –y las posteriores intervenciones críticas de las Yeguas– como escenas inaugurales de un conflicto identitario en Chile.
Interesante en la presentación de Carvajal fue el análisis del cruce entre arte, sexualidad y política en la práctica de Las Yeguas. De acuerdo con su lectura, el trabajo de Las Yeguas excede el tema del travestismo. Así, por ejemplo, en la intervención “Refundación de la Universidad de Chile” (1988), Lemebel y Casas ingresarían desnudos, cabalgando una yegua y guiados por dos mujeres vestidas a pie, a la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, en un acto que emularía la entrada de Pedro Valdivia a Santiago. Esta acción plantea un modelo totalmente horizontal y transgresor para hablar de la homosexualidad en el contexto de una ciudad sitiada por las fuerzas militares y represoras de la dictadura. Del mismo modo, un trabajo posterior, “La Conquista de América”, (1989) presenta una situación compleja en la que se establece el lazo entre duelo y deseo homo-erótico, y a través del cortejo de un baile criollo se prefigura la problemática del sida en el contexto latinoamericano mientras que figurativamente, se hace una crítica política a un cierto monopolio de dichas discusiones por parte de los movimientos de DDHH en Chile.
(iv) La última mesa bajo el título “Redes de resistencia y movilización: El arte correo como extensión del cuerpo político” abrió con dos videos de Clemente Padín, titulados “Por el arte por la paz” (1984) y “Por la vida y por la paz” (1987) en los que se documenta distintas acciones realizadas por el artista en Berlín y en Uruguay respectivamente. La primera tenía el propósito de denunciar la creciente dependencia de los países subdesarrollados a violentas y brutales políticas internacionales que produjeron hambre, miseria, represión e injusticia social en la región; mientras el segundo documenta una intervención en Montevideo que denunciaba la flagrante desaparición de ciudadanos en el contexto de la dictadura uruguaya.
Posteriormente, la presentación de Fernanda Nogueira abordó un punto de inflexión en las dinámicas del arte correo en los 80s,(6) centrándose en el trabajo de Padín y su particular uso del flujo postal como medio de crítica y resistencia. En 1977 el artista es encarcelado por la dictadura cívico-militar siendo acusado de injuriar y difamar a las fuerzas armadas uruguayas. Nogueira analiza cuatro de los seis cuadernillos de intercambio postal (muchos de ellos realizados en colaboración con Guillermo Deisler) que fueron usados como evidencia judicial en su contra.(7) A decir de Nogueira, el hecho de que dichos documentos—que no eran de directa autoría de Padín, sino producto del intercambio y de la intervención y colaboración de otros— hayan servido como evidencia en su contra, señalaría a la red de correo postal como un cuerpo único e inseparable de responsabilidad compartida, una suerte de extensión del cuerpo político.
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