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Entre Utopía y Desencanto. El arte como activador de la experiencia política.


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06 April, Fourth day
Collective action: A session on Administrative Poetry



Documentation Room
Jardín Borda, Sala David A. Siqueiros



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Jardín Borda, Sala David A. Siqueiros



Fragments of timeline / 1960-1990


Fragments of timeline / 1960-1990






Centro Cultural Jardín Borda,
03/04/2014 - 06/04/2014
Cuernavaca, Mexico

Entre Utopía y Desencanto. El arte como activador de la experiencia política.
por David Gutiérrez Castañeda

Genealogía afectiva

A una vida política y a una energía concisa pero difusa por el paso del tiempo, Entre Utopía y Desencanto se planteó activar con preguntas y búsquedas propias de la forma artística contemporánea. Formas que como obras de arte no interpelaban las prácticas de los 60 y 70, pero que fueron movilizadas en pro de una discusión actual del campo del arte contemporáneo.
El grupo convocado por Olascoaga proviene de diversos ámbitos de las prácticas artísticas como educativas. Participaron Eunice Adorno, Beta-Local / La Práctica (Puerto Rico), Maru Calva, Alejandro Chao, Colectivo AM, Cráter Invertido / Revista Cartucho, Abraham Cruzvillegas, Finella Halligan, Pablo Helguera, Sol Henaro, Magali Lara, Mauricio Marcin, Marcela Marcos, Sylvia Marcos, Jorge Margolis, Sarah Minter, Nuria Montiel, Taniel Morales, Roberto Ochoa, Ignacio Plá, Vicente Razo, Naomi Rincón-Gallardo, y la UniTierra (Oaxaca). Todos, al fin de cuenta, amigos. Con este grupo interdisciplinar, se abocaron por más de un año a conocer las experiencias del CIDOC, compartir con sus agentes y reconocer sus metodologías de trabajo a partir de talleres intensivos y privados, como de algunas charlas públicas. Luego, cada convocado propició una reflexión artística sobre la memoria de la experiencia del CIDOC desde las coordenadas de sus propuestas autorales. Cada artista/colectivo propuso desde una genealogía afectiva.

Esta genealogía, según propuesta de Olascoaga, no encara la memoria del CIDOC desde una metodología historiográfica en sentido estricto, lo que implicaría una cartografía amplia de influencias directas e indirectas de las acciones y pensamientos del grupo de intelectuales morelenses en ámbitos como la pedagogía, la teología de la liberación, la educación multicultural, los movimientos sociales, las agendas políticas indígenas, el trabajo social, la etnografía experimental y los estudios de género. Labor extensa y urgente para comprender las izquierdas latinoamericanas. Sino, más bien se puso el arte como ámbito de construcción.Un ámbito de trabajo traído a colación por los gestores de la iniciativa. Un ámbito presente en términos de la repartición de lo sensible que esta memoria posee, más no explícito en su agenda política. La genealogía de las preguntas del arte y de los artistas toma el lugar de la Historia (en mayúsculas por corresponder a relatos macropolíticos) que esperaría redes de agendas sociales y activistas, sino que más bien sorprende a la historia (en minúsculas por corresponder a relatos micropolíticos) que incita a reconocer corporalidades, gestos y mecanismos que propician la experiencia de vida en las coordenadas del pensamiento de Illich. Se propuso que artistas inquietos por las formas políticas de la representación dentro del campo del arte contemporáneo mexicano, dos organizaciones sociales (La Práctica de Puerto Rico y UniTierra de Oaxaca), y curadores preocupados por la experiencias disidentes, se afectaran, en el sentido deleziano-guattariano, por las movilizaciones e incitaciones del CIDOC y su red de trabajo. Desde su experiencia de creadores y a partir de interconectar sus proyectos autorales con esta memoria, se propusieron activar y producir obras que estimularan la actualidad de las apuestas políticas del CIDOC desde reconocimientos personales. La memoria del CIDOC atraviesa el cuerpo creativo de los artistas, estos los digieren, más bien por la intensidad del ejercicio se embuchan de ella, y, según las expectativas de sus enunciaciones personales, regurgitan obras de arte de múltiples formatos para ser contempladas en un Encuentro Público.

Esta genealogía afectiva, intestinal si se quiere, activa los procesos poéticos y sensibles insertos, presentes, en la memoria de archivo y cuerpo de las agendas comunitarias de Cuernavaca de los 60 y 80. En este proceso de digerir surge la inquietud. Olascoaga nos convocaba a preguntarnos: "¿Qué significa pensar y hacer  en comunidad? ¿Qué experiencias, potencialidades, frustraciones, aprendizajes  y conflictos puede implicar?". Siguiendo estas preguntas, el acontecimiento de Encuentro Público pasó por todos estos núcleos problemáticos. Un evento dirigido a los pares y amigos del CIDOC, a la comunidad cultural de Cuernavaca y, sobretodo, a los reincidentes públicos del campo del arte contemporáneo en Ciudad de México. Aunque la gran mayoría de iniciativas consistían en la contemplación moderna de la obra de arte para el espectador (a excepción de los trabajos de Taniel Morales -radio en el espacio público en que se conversaba de manera colectiva sobre temas de interés; Magali Lara y Nuria Montiel - taller de grabado abierto al público; y Colectivo AM - con una fiesta con el reto de sostener el baile por 3 horas), en sus procesos de creación se denotan el juego de las interrelaciones personales y testimoniales de los artistas convocados. Todos los procesos de obra partían de la experiencia de estar juntos de los artistas convocados, bajo las inquietudes que incitaban las memorias del CIDOC. Pablo Helgera realizó un monólogo sobre las conversaciones de Lemercier con el mismo Dios (Lemercier era un sacerdote que conjugó el psicoanálisis con la meditación cristiana al punto de llegar a escuchar a Dios, aunque fisiológicamente se descubrió que tenía un tumor en un ojo que le provocaban alucinaciones). Naomi Rincón-Gallardo realizó un concierto en que, a modo futurista, las letras interpelaban el futuro de la escolarización (en medio del show, niños de una escuela cantaban y tocaban instrumentos de juguete, muchos de los asistentes al evento fueron sus padres y familiares). Sara Minter realizó una de sus ya conocidas comidas videograbadas, en que algunos de los artistas y gestores implicados se sentaban a conversar sobre género y vida personal en la medida en que consumían mezcal y antojitos mexicanos. Como espectadores, reconocíamos la experiencia de hacerse comunidad de un exclusivo grupo de artistas y gestores, de amigos,por medio de la representación de piezas en sala, performance y espectáculos. Como espectadores testimoniábamos su experimentación comunitaria. Conocíamos la vida actual de unos artistas, surgida como excusa sobre la vida pasada de unos intelectuales disidentes. Por tres días pudimos contemplar como otras personas estuvieron juntos experimentando.

Considero que cualquier activación de la memoria política del pasado tiene imprevistas maneras de seguir movilizando el presente. Aunque sea por medios autorales y concepciones monológicas, más que dialógicas (en el sentido de Grant Kester), para los espectadores. En ese sentido, Entre la Utopía y el Desencanto se puede entender como un virus energizante.

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