MAC, Museo de Arte Contemporáneo ,
11/06/2009 - 08/09/2009
Santiago de Chile, Chile
Post-It City: Ciudades Ocasionales
por Cristián Gómez Moya
El proyecto deja al descubierto profundas incertidumbres e inquietudes ya anunciadas por la etnografía y la sociología urbana, tanto en lo que respecta a zonas deprimidas como a ocupaciones temporales de espacios públicos, pero esto es algo que también funcionaría al estudiar las estrategias de las grandes corporaciones neoliberales, y que en el decir de la socióloga urbana Saskia Sassen serían “capaces de volver líquidos valores económicos”, es decir, se diluyen ocasionalmente en las leyes del mercado de especulación inmobiliaria, por ejemplo, sin dejar rastro ni huella de su paso sigiloso.
Mientras tanto sus autores declaran que “Post-it city es un texto que deambula por toda la ciudad. Consiste en subrayar, borrar o marcar el texto original urbano. Mediante la introducción de rápidos y sencillos cambios, su estructura se modifica de forma temporal. Se trata de un nuevo proyecto motivado por una multitud que no conocemos en su totalidad. El origen reside en necesidades imprevisibles que finalmente encuentran un lugar donde construir nuevas relaciones, establecer vínculos de identidad indefinidos y posteriormente liberarse a sí mismos para volver a instalarse en otro lugar, muchas veces sin dejar ni rastro” (Arqueología Post-it, La Varra/Poli).
Si la estrategia de Post-it city ha contribuido a pensar los diversos modos posibles que contiene un proyecto de investigación fundamentado en la ciudad como problema hegemónico, entonces también esta estrategia serviría para exponer los modelos escópicos de los observadores desde el privilegio que conlleva su capacidad de registro visual. Cosa que no se explota. De cualquier modo, la condición semántica no deja de ser un argumento convincente el momento que se plantea como un modelo de aproximación y rastreo a los usos que se ejercen sobre el espacio público; esto significa que el diagrama enunciativo propuesto por el trabajo colaborativo del equipo formado por los comisarios y sus diversos colaboradores alrededor del globo, puede resultar plausible al cartografiar los índices que han dejado las huellas de una retórica de la ciudad fundamentada en un todo. Asimismo la condición de “clase social” es algo que bien parecen conocer sus organizadores y, en alguna medida, han manifestado los peligros que encierra la posición privilegiada a la hora de documentar, archivar y hacer registro de lo pasajero o bien, como dicen ellos mismos, hacer el registro “de lo desobediente”. No obstante, la pregunta que surge entonces, es ¿cómo hacer archivo de lo desobediente cuando los problemas de orden que estimulan a este proyecto, subyacen en las condiciones histórico-políticas de cada una de las ciudades? ¿Cómo hacer sentido de lo desobediente cuándo su propia construcción de discurso está enmarcada en un disciplinamiento a pie forzado prescrito por la misión multicultural y progresista que sostiene el proyecto?
Recordemos que son precisamente los microdatos, los dispositivos mnemotécnicos de una desorbitada visualidad, los que hacen más eficientes los códigos de comunicación y permiten poner al alcance la información útil para el diseño de la multiculturalidad. Entonces, hasta dónde coopera Post-it city en este mercado de las prácticas archivísticas y hasta dónde realmente subvierte los mecanismos de la vigilancia y la manera de entender los espacios de la sincronía temporal que hacen más homogénea la historia, entendiéndola sin más como algo pasajero, como un vistazo a medio camino por la ciudad o una ojeada rápida sobre el catálogo de la precariedad global. Aquí, la arqueología de Post-it city se vuelve opaca, no sólo en lo historiográfico sino también en su puesta en valor como archivo, siempre que demos por admisible que lo que constituye al archivo es su condición de secreto, un secreto que por lo demás debe comunicarse, o sea, debe revelarse para ejercer su poder y deseo ontológico. ¿Acaso este espectáculo no revela la condición de secreto de ciertas particularidades cotidianas de ocupación de la ciudad cuando éstas, bien sabemos, son reprimidas por la gobernanza racional y la orden del “deber ser” al interior de la única ciudad posible? O acaso no fue el mismo Debord quien advertía que “el espectador no encuentra su lugar en ninguna parte, porque el espectáculo está en todas”.
En cualquier caso, algo de lo dicho también parecen avizorar sus responsables, esto es, la carga política que conlleva la cartografía de los espacios de ocupación temporal abiertamente informales, en los cuales es posible sobrecargar los niveles de fascinación estetizante que, por un lado, ofrece el ingenio popular, la improvisación vernácula y la apropiación de los objetos diseñados para usos diferentes al original; y por el otro, los peligros de ocupar el lugar del observador-participante "y a su vez distante", que dispone a elección de los rastros e índices de la violencia ejercida contra cuerpos desplazados por las economías neoliberales, la marginalidad sexual, la privación de los derechos más elementales sometidos a la dominación de los derechos más universales. Finalmente, el peligro estaría en ofrecer solamente registros naturalistas como subjetividades micropolíticas de las nuevas estéticas relacionales, sin distinguir el espacio de mediación que las mismas imágenes, que Post-it city pone en circulación, instituyen como alteridad vigilada y espectacularizada.
|