Orange County Museum of Art,
12/10/2004 - 30/01/2005
Newport Beach, Ca, USA
Bienal de California, 2004
por Eve Wood
Compilar un panorama exhaustivo y analítico acerca del nuevo arte de California es, como mínimo, una tarea intimidante y como cabe esperarse, los resultados son convincentes si bien en ciertos casos resultan obvios. Tal como suele ocurrir con eventos de esta naturaleza, los artistas que trabajan en el "afuera", artistas que han superado la temida edad de treinta años, quienes se encuentran en la periferia de aquello que es común denominar, especialmente en Los Ángeles, como el "cociente de desesperanza joven" (que lamentablemente ha devenido en representación de la totalidad de la obra que se crea en esta ciudad) no tienen voz. Por suerte, esta muestra es la excepción. Artistas como Mark Dutcher, Mark Bradford, Josephine Taylor, Mindy Shapero y Simon Evans representan la esencia de esta exposición y quisiera haber visto un mayor número de obras que planteen al espectador cuestiones de índole psicológica y que no eludan la dificultad. De hecho, resulta desalentador cuando una obra en la que se han plasmado cuerpo y alma tiene escasa representación en el mundo del arte, que en esta época parece favorecer la creación insípida y sin esfuerzo aparente de los pintores coloristas o de aquellos artistas decididos a divorciar su práctica del hecho de su existencia humana con todas las dolorosas huellas que resultan de estar vivo y tener conciencia. Mark Dutcher, quien expone con la pionera Galería Solway Jones de Los Ángeles, se encuentra representado aquí con una obra escultórica extraordinaria titulada The Fools (Los locos), montaje en cera y alambre de una especie de rosal intrépido que resuena más allá de sus propias intenciones florales para transformarse en algo completamente etéreo y prodigioso. Esta obra se destaca por sí misma, sin razón o indicadores perceptibles y de fácil acceso que declaren "esta es mi visión del mundo extraída de una serie de conclusiones que se basan en imágenes generadas por computadora y que no se relacionan específicamente con algo personal, ni con asociaciones o traducciones privadas y que de hecho fue construida por alguien a quien contraté porque estaba demasiado ocupado creando una imagen de la persona en quien espero convertirme algún día". De ninguna manera. Dutcher es auténtico y en verdad no teme manifestarse en el nivel visceral, priorizar su propio descontento al servicio de una estética mayor y más complicada y que, en última instancia, es un hecho muy reconfortante. Su pintura de grandes dimensiones Oh My Man I Love Him So (Oh cuánto amo a mi hombre) es tanto una rapsodia de amor a los muertos como una acusación personal contra un impulso más oscuro hacia la autodestrucción. En la misma línea se encuentra la obra de Simon Evans, cuyos intrincados diagramas de extraños lugares en otros mundos son producto obviamente de la imaginación del artista. En tanto los mapas que construye son extrañamente cómicos, conllevan también un sustrato de violencia y conflicto político. ¿Es esta la tierra que George W. Bush se niega a visitar o es acaso la visión de Evans curiosamente esperanzada? Tal vez si contemplásemos con mayor intensidad el mundo que hemos creado, lograríamos comprender el papel que desempeñamos en él. La pieza de Evans All Thatís Wrong With Sex (Todo aquello que no es correcto acerca del sexo) es incisiva y divertida, proclamando sus frases manuscritas ("como una pelea, pero más húmeda" y "tanta energía y tiempo") que se leen como una desgarradora lista de lavandería y denotan las complicaciones inherentes no s&oac
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