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Prácticas Curatoriales
Reciprocidad: Entrevista con Federico Zukerfeld y Loreto Garín Guzmán
Nancy Garín




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- ¿Cuál es el concepto fundamental que mueve esta muestra o más bien este proyecto?

Reciprocidad

En antropologí­a cultural, el término reciprocidad denota una manera de intercambio de bienes y trabajo, que se da en sistemas económicos “informales”. Es la forma más común de intercambio en sociedades con economí­as que prescinden del mercado, esto es, que no venden o compran bienes o servicios. Dado que todos los seres humanos virtualmente viven en algún tipo de sociedad, y que además cada uno tiene al menos algunas posesiones; la reciprocidad se puede encontrar en todas las culturas. La reciprocidad o multirreciprocidad es uno de los pilares de los bancos de tiempo. Allí­ todos los usuarios participan, se benefician y se generan redes de apoyo social más justas, ya que todos tienen la opción de dar y recibir.

Hacia mediados del año 2008 se produjo la caí­da mundial de las bolsas de comercio y el llamado crash financiero global, haciendo temblar las estructuras bancarias y desestabilizando las economí­as locales de todo el planeta. El Neoliberalismo desnudaba su verdadero rostro y su responsabilidad uní­voca en el daño irreversible de la salud del planeta y la desigualdad social reinante en los cinco continentes.

El rol de los Estados, desde hace años operando bajo la lógica del libre mercado, cambió rotundamente al absorber las deudas privadas con reservas públicas y tomar medidas proteccionistas respecto a los movimientos bursátiles. Era evidente que el sistema capitalista se devoraba al resto de los sistemas económicos que trataban de funcionar paralelamente.

Esta supuesta crisis internacional interpretada como inédita por expertos economistas e incluso como “la más grande de la historia”, trajo consigo la incertidumbre sobre el devenir, pero al mismo tiempo abrió una brecha para repensar a nivel mundial, si existen otros modelos socio-económicos y culturales posibles.

En el campo del arte, que no es ajeno a estos movimientos a gran escala, siempre se hace difí­cil dirigirse con propuestas crí­ticas ante los modelos de representación y distribución económica y los bienes culturales. Antes y después de 2001, Argentina fue un laboratorio social, materia prima de experimentos económicos que sirvieron, de alguna manera, de pronosticó o termostato para evaluar las consecuencias que podrí­a traer aparejada una crisis económica mundial.

El término elegido como tí­tulo para esta exposición es definido como “correspondencia mutua entre personas o cosas”. En economí­a, reciprocidad consiste en la práctica de entregar al otro (paí­s) concesiones comerciales o migratorias “idénticas” a las que éste concede. En los llamados tratados de bilateralidad, reciprocidad es donde se definen las obligaciones y derechos de dos partes involucradas en un contrato.

En el arte, donde lo sensible es la base de nuestra producción cotidiana, el trato recí­proco se hace indispensable, como una manera posible de romper el manto de aislamiento e individualismo que domina la escena de sus instituciones. Como búsqueda de posibles nuevos modelos de representación y distribución, que pongan en jaque la insaciable maquinaria de la industria cultural y trasformen los ví­nculos subjetivos entre los artistas, público y demás involucrados.

Nos sumergimos así­ en una amalgama de particularidades, que en su conjunto constituyen una nueva pieza. Formas de ser, deambular, transgredir e intercambiar. Sí­mbolos, í­conos, teorí­as y acciones se aglutinan en tres espacios conceptuales. Tres imágenes que coexisten y atraviesan la galerí­a: “La guarida del ocio”, “Bancos de Tiempo”, “Estrellas Danzantes”.

- ¿Qué tipo de dificultades se dan al encarar este tipo de exposiciones colectivas en las que se exponen tanto practicas artí­sticas como practicas interdisciplinarias?

Creemos que siempre hay tensiones en este tipo de proyectos realizados en el campo cultural, es parte de la dialéctica de la propia dinámica de interna del medio, debido a que aquí­ no se presenta un producto acabado, ni se apela simplemente a lo formal y la belleza. Es mas bien un entramado de posiciones polí­ticas-estéticas que enriquecen el debate y construcción de pensamiento critico, en un ámbito donde se han banalizado las practicas de arte hasta convertirlas en meros productos de la industria cultural. Proyectos como estos apelan a repensar como queremos disponer de los espacios culturales, sus recursos y actores, más allá de las disciplinas o tendencias de moda.

Quizás el punto más difí­cil, se dio en la comunicación del proyecto, es decir, en la mediación para la lectura y la difusión de todo lo que conforma la posición ideológica de la exposición: catálogo, invitaciones, comunicación y prensa, elementos que se lanzan desde las instituciones culturales hacia la audiencia especializada o el público en general.

Esta vez tuvimos una enorme suerte en la relación con el Centro Cultural de España, ya que contamos con el apoyo y financiación para la producción de la exposición y la impresión de los catálogos. Aunque también debemos mencionar la gran dificultad para lograr la atención de la prensa local, desde la negación y falta de diálogo con la crí­tica de arte. Fue una experiencia frustrante y nos ha dejado la idea de que existe un cerco mediático que legitima y excluye las practicas artí­sticas que no forman parte del listado de las galerí­as top, en pos de sostener la hegemoní­a del mercado de arte. En este caso Reciprocidad gozó de un silencio y una opacidad negativa por parte de los crí­ticos de arte o cronistas culturales.

Sin embargo, el publico en general y el conformado por otros colegas recibió la exposición positivamente e incluso con sorpresa y una mirada abierta a propuestas de este tipo, con opiniones y cuestionamientos acerca de las obras exhibidas que no se inscriben como practicas artí­sticas, como los trabajos de mapas del colectivo Iconoclasistas o las maquinas de “Bricollage para Activistas” del Chaqueño Leo Ramos.

En ese sentido, realizar la exposición fue una experiencia intensa y potencial, pues abrió una posibilidad de re-construir otras reflexiones, despertar a una audiencia cansada de ser consumidora de su propio quehacer y agotada de cerramientos formales o seguir las tendencias por el solo hecho de encontrarlas en las revistas y magazines culturales.

Lógicamente el problema de cómo romper con la dominación que producen las reglas del mercado de arte están asumidas como un tester de valoración moral, y por otro lado, por el disimulado clasismo con el que opera todo entramado de las instituciones del medio artí­stico. El desafió es activar capacidad crí­tica de nuestros colegas para salir de la ilusión del exitismo y la inercia que produce la posición a-crí­tica de los hacedores.

Quienes estamos desarrollando este tipo de propuestas caminamos por caminos difí­ciles, pues por un lado algunos de los artistas, crí­ticos o curadores que establecen una opinión critica al sistema actual han optado por armar espacios alternativos o instituciones propias (casi siempre mediante financiamientos de fundaciones privadas) creando nuevos espacios de exposición y circulación independientes, pero al mismo tiempo excluyéndose de dar una pelea contra-hegemónica en el propio circuito de arte. Y es allí­, justamente en el seno de la industria cultural, donde se define la distribución de la mayor parte de los recursos públicos, como dirí­amos nosotros “allí­ donde las papas queman”.

Por otro lado se les exige a quienes tienen una voz crí­tica una especie normativa ética: mantenerse fuera del circuito de legitimación; su espacio de acción deberá ser solamente las calles, los barrios o los circuitos alternativos.

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