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Prácticas Curatoriales
La Sala Mendoza propone nuevas aproximaciones al arte contemporáneo
Karina Sainz Borgo




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KSB: Hablar de tendencias resulta quizá un abordaje anacrónico en el panorama del arte contemporáneo. Sin embargo, al tratar de identificarse ciertas búsquedas identitarias en el discurso estético, resaltan casos como, por ejemplo, Alexander Apóstol con piezas como What I am looking for? , incluso su obra Caracas Suite sugiere búsquedas personales de las representaciones culturales. En el tapete de una discusión donde podría resultar extemporáneo hablar de identidades, más aún en un momento en el que lo latinoamericano ha sido exorcizado ¿cómo entender la elaboración de un proceso identitario en el arte contemporáneo venezolano?

RA: Exotizar la marginalidad o el regionalismo es muy grave. Hay narrativas locales que se insertan en una reflexión globalizada. Alexander Apóstol, en el caso de su obra Residente Pulido, hay que decir que ese fue el trabajo que marcó la pauta para que él diera un salto cualitativo. Esa obra participó en la Bienal de Sao Paulo y se presentó en España. Simultáneamente está Fointableu donde Alexander tomó imágenes de libros de arquitectura de Villanueva, Boulton, de Paolo Gasparini, haciendo que de alguna manera su trabajo estuviese localizado . A lo largo de sus trabajos anteriores, asociados a un entorno más intimista, Alexander Apóstol buscó la manera en al cual se relacionaba con el espacio público. Residente Pulido muestra unos edificios de ventanas y puertas cerradas, cubiertos por una especie de membrana, representando una imposibilidad de establecer una relación abierta entre el afuera y el adentro. Trabajos anteriores, Pasatiempos o incluso Gallinero Feroz, tenían que ver con la modernidad, desarrollaba elementos de cuando comenzó todo el proceso heroico de la modernidad en Venezuela, la relación con los Estados Unidos, la proliferación de catálogos de compras y ese proceso de abundancia que se establecía bajo los códigos más domésticos. En él, la modernidad como tema ha ido aflorando. Después de hacer este trabajo de Residente Pulido, Alexander Apóstol va a Brasil y luego España y elabora Torres de Europa, que es una pieza donde establece una relación mucho más global. Las Torres son en realidad fotografías de CPU y representan una metáfora de un mundo más tecnificado. De alguna manera, en la obra de Alexander se ha ido haciendo manifiesto cada vez más ese tema, por ejemplo, la comunicación de jóvenes latinoamericanos que tienen la aspiración del primer mundo como espacio de desarrollo (What I am looking for? ) es lo que le sucede a un sector muy grande de la sociedad, tanto de un lado del Atlántico como del otro.

KSB: Según una opinión consultada en una oportunidad al curador Miguel Miguel, en Venezuela existió un predominio del constructivismo en los años 60 y 70, su posterior y progresiva disolución en la década de los 80 marca nuevas búsquedas, llegando a los 90 como un espacio signado por la heterogeneidad. Partiendo de esto, y en lo que tendría que ver con ciertas elaboraciones temáticas ¿cómo se entiende el proceso creativo del artista venezolano en este momento?

RA: Yo creo que las nuevas generaciones han entendido la necesidad de buscar aquellos signos y metáforas que establecen sintonía con el espacio que los identifica. No se trata de diferenciar el arte venezolano del otro, eso sería un absurdo, pero sí considero que el arte que se desarrolla en un país de alguna manera tiene que estar vinculado o debe sintetizar alguna narrativa local. Ya allí aparecen las estrategias personales de cada artista y cada curador para no convertir eso en registros cerrado de identidad, y con respecto a la opinión de Miguel Miguel, ciertamente, la única tradición fuerte en el arte, casi como una espada de Damocles en los artistas, es la tradición constructivista y la tradición paisajista. Nosotros no somos como los mexicanos que tienen tradiciones muy fuertes. Los grandes virreinatos de por sí quizá tienen ese otro problema, tienen tradiciones prehispánicas, coloniales, republicanas muy arraigadas, pero la nuestra parte de la visión moderna. Si esa es la tradición más fuerte que tenemos, me parece lógico que el artista venezolano de continuidad, porque tenemos un país con signos modernos que, además, están en un proceso de deterioro muy fuerte y que ya prácticamente vemos las ruinas de aquel espacio heroico y de grandes expectativas. Cuando asisto a cualquier seminario afuera, yo establezco dos situaciones visuales: entre el paredón de ranchos y las autopistas, o dos aspectos que coexisten en una ciudad. Creo que eso es parte con lo que deberíamos estar en sintonía. Y un poco esto para abordar las temáticas, creo que el arte en Venezuela está muy ligado a esas dos grandes tradiciones, salvo artistas que, de alguna manera, han podido ampliar ese registro. Si se aprecian las obras del arte contemporáneo, están construidas dentro de parámetros muy conceptuales o neo-conceptuales, muy minimalistas. De hecho, en las obras de Eugenio Espinoza, de Sigfredo Chacón, la tradición constructiva está presente allí, lo que ocurre es que ellos han superado los lenguajes originales y han incorporado otros registros de la contemporaneidad. Recientemente una exposición de fotografía, de la cual identifiqué, a grandes rasgos, dos preocupaciones. Una, ligada al espacio íntimo y donde el retrato, el autorretrato, la relación del sujeto con su entorno, está muy presente, y otro que tiene que ver con el espacio público, la arquitectura, el urbanismo y donde la figura humana está ausente y la mirada del espacio público está teñida de una subjetividad. Parece genérico, pero es así. Ahora, yo creo que estamos en una etapa de transición donde el arte contemporáneo está generando nuevas estrategias, nuevas respuestas que comienzan a articularse.

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Sobre el autor
Karina Sainz Borgo es una periodista especializada en temas culturales. Ha trabajado para el diario El Nacional, la revista Primicia y como colaboradora para distintas publicaciones.

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