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Prácticas Curatoriales
Entrevista con Andrea Giunta
Analí­a Roffo




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AR: En el caso concreto de la Argentina, ¿los curadores están definiendo alguna tendencia, por ejemplo?

AG: A fines del año pasado y comienzos de éste, hubo dos exposiciones que pusieron en el tapete el viejo debate sobre arte y política. Hubo diferentes ejes en la discusión. Uno, que esto no era más que mero oportunismo; que como la Argentina está en crisis, entonces ahora los artistas se ocupan de hacer un arte que dé cuenta de ella y los curadores simplemente lo recogen y lo muestran, en función de esta nueva coyuntura "favorable". Otra exposición que se hizo este año insinuó algo que también formó parte de este debate: que durante los años 90 muchos artistas siguieron preocupados por las situaciones contextuales, políticas, sociales, e hicieron una obra que reflexionaba sobre esos aspectos. El problema es que en esos años se había construido una hegemonía en torno a la idea de que el arte no tiene por qué tener compromiso con nada ni generar discurso crítico.

AR: La sensación que uno tiene es que fueron años de arte light. ¿No fue así?

AG: Es muy interesante el debate que comienza a abrirse. Los años 90 no son un bloque homogéneo. No existió sólo un tipo de arte, hubo muchas propuestas distintas. Lo que sucede es que el arte light fue el que produjo la construcción discursiva más fuerte. Y en la revisión crítica de estos años es donde colaboran estas muestras de arte político de los últimos meses, porque ellas buscan discutir contra esa hegemonía y poner en evidencia que el arte político de muchos artistas no es oportunismo ni un cambio radical en su producción, sino que hay artistas que venían trabajando en esta línea. Lo que hay ahora (que no había antes) es la posibilidad de organizar este tipo de exposiciones y que no queden sepultadas. En los años 90 hubieran sido motivo de un borramiento. En 1997, yo organicé una exhibición donde el único propósito era mostrar que no sólo había un arte exclusivamente preocupado por la estética superficial, light, sino que había otros artistas óy bien representativosó que estaban trabajando dentro de otra línea. Pero debido a la hegemonía que se vivía en los 90, esa exposición fue borrada.

AR: ¿En esos años los curadores no "tenían ojo" para el arte político?

AG: Exacto. Pero había gente que seguía en una línea que no tenía que ver con lo hegemónico. Pienso en Magdalena Jitrik, Rossana Fuertes o Daniel Ontiveros, entre tantos otros.

AR: ¿Los circuitos marginan pero los individuos a veces son lo suficientemente fuertes como para seguir con su tendencia, con su convicción? Quiero decir: ¿son capaces de mantener una línea a pesar de que público, crítica y curadores estén mirando para otro lado?

AG: Absolutamente. Aunque siempre es triste que un artista tenga que esperar la coyuntura favorable para que su obra pueda ser entendida, disfrutada. Es decir, lo deseable sería que hubiese una articulación más democrática en cuanto a la aceptación de distintas propuestas.

AR: ¿Con qué ojo miran los curadores internacionales el arte argentino en este momento?

AG: Si repaso algunas exposiciones recientes de arte argentino (como la de Berlín), veo que el énfasis estuvo puesto sobre la crisis argentina. Las obras que se seleccionaron y el breve recorrido histórico sobre nuestro arte se focalizó en el derrumbe político, económico y social. Para los ojos internacionales hay siempre una mayor disponibilidad para leer la cultura en sus momentos críticos antes que para las etapas de producción optimista y serena. Hay que saber también que esos ojos internacionales reconstruyen el "tipical art": les cuesta ver lo diferente, lo nuevo, lo que no entra en sus estereotipos. Ante esto la única respuesta posible es elaborar estrategias para mostrar el arte argentino en sus otras complejidades y no solamente en lo que se adapta a esos discursos de afuera.

AR: ¿No son demasiados obstáculos para los artistas? Curadores con tanto poder y manejándose con estereotipos...

AG: Bueno, tampoco hay que demonizar estos circuitos, porque hay mucha gente que trabaja de una manera más abierta e inteligente. Yo soy optimista en este momento.

AR: ¿Por qué?

AG: Porque el mercado óen todas sus acepcionesó no siempre es omnipotente. Hay miles de maneras de establecer otros lugares de intervención, otras formas de negociación. Probablemente esas instancias no van a tener el mismo poder, pero nunca hay que renunciar a la posibilidad de hacerlas funcionar. Es necesario, además, sostener esos lugares donde se originan discursos diversos que discuten con lo hegemónico. Por el momento, estamos bajo los efectos del quiebre de la omnipotencia, por todo lo que estalló en medio de nuestra crisis. Creo que es saludable: cuando uno ya no se siente tan seguro, permite que aparezcan otras voces. Y esto es para mí lo más deseable en el campo de la cultura. Cuando la cultura deja de lado la producción monolítica, los individuos se fortalecen y su arte se hace más rico.

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