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Arte & Espacio Social
Conversación con Oscar Moreno. Proyecto Mi Casa Mi Cuerpo
Sylvia Suárez




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Mi Casa Mi Cuerpo. Migración forzosa, memoria y creación colectiva.

Fragmentos de una entrevista con Óscar Moreno.

En Bogotá les dicen barrios de invasión, un término que deja perfectamente claro el lugar que ocupan en los imaginarios sobre la ciudad: marginales, indeseados. Por supuesto también caracteriza a sus habitantes como invasores, simbólicamente ajenos a sus derechos ciudadanos, partes de otro cuerpo, portadores de malestar. Gente peligrosa o, en el mejor de los casos, avispada, que vive en barrios feos y violentos, extendidos como una coraza impenetrable sobre los cerros circundantes de la ciudad y que, vistos desde el aire, parecen cubrir la mayor proporción territorial de ésta. Estos barrios, paradójicamente, suelen tener nombres bonitos, que nos son familiares por los carteles de rutas del transporte público de la ciudad: Japón, Patio Bonito, Alta Vista, Potosí, Bellavista.

Hace un año fui a la exposición del Proyecto Mi Casa Mi cuerpo. Migración forzosa, memoria y creación colectiva, que Óscar Moreno organizó en la Alianza Francesa de Bogotá, por invitación y en diálogo con Santiago Rueda. Este espacio tiene la estructura de una vitrina sobre el sendero peatonal de la carrera tercera, en pleno centro de Bogotá. La noche de la apertura, no parecía que hubiera nada, sólo un par de paredes pintadas de colores jamás usados en exposiciones de arte: blanco almendra, verde menta y lila. Tres fragmentos de testimonios que describían tres casas, en Buenaventura (Costa Pacífica), en los Caquetá (Llanos Orientales) y en el Huila (Valle del Magdalena), estaban a la vista de los transeúntes, sobre la vitrina de la sala de exposiciones. Tres casitas adosadas al muro del fondo, miniaturas de casas como las de los “barrios de invasión”, como las de Bellavista. Bonitas, escuetas, mínimas. Dentro de la “exposición” sentí que la (función)-coraza con la que aprendí a percibir esa presencia en la ciudad se agrietaba, y dejaba ver esa ciudad como un cuerpo latente y frágil. Sensible.

Quienes pasan hoy junto al Centro de Memoria de Bogotá, quizás vean frente al edificio tipo *memorial*, metafórico y monumental, una casa pequeña y precaria, hecha con ladrillos de bloque y cemento, con la fachada pintada de blanco almendra y amarillo otoñal. Una casa tipo Bellavista, en pleno centro de la ciudad, que instaura en el espacio muchas incógnitas sobre los retos a los que nos enfrentamos como ciudadanos en la búsqueda de una reconstrucción social y cultural de nuestras urbes, si acaso llegara la tan anhelada fase del post-conflicto en Colombia.

El proyecto se inició en 2008. En principio se trataba de trabajar en torno a la idea de CASA con tres familias que la perdieron, en el contexto de la guerra en Colombia. Estas familias representan grupos étnicos y regiones distintas (la familia Apache es indígena, la Bermúdez-Sánchez es afro-descendiente, y la Plaza-Sánchez es campesina, que se hallaron juntas, en situación de exilio, en los márgenes de la capital del país, en ese lugar llamado Bellavista. Hasta hoy, el proyecto ha desarrollado procesos diversos, que giran en torno a los vínculos entre el pasado, el presente y el futuro, encarnados en tres casas: la casa que cada una de estas familias se vio obligada a abandonar, la casa que han construido de manera paulatina en Bellavista, y la casa que desean conseguir en el futuro. Entre estos procesos se despliegan a partir de la elaboración de la historia oral del desplazamiento forzoso del que fueron víctimas (Relatos de la Piel), la elaboración de un par de álbumes fotográficos que documentan, por un lado, el reencuentro de estas familias con sus lugares de origen y, por otra parte, la vida en la casa de Bellavista; la realización de atlas que se acercan al proceso de auto-construcción de las casas de estas familias y a los saberes y tradiciones que se manifiestan en ellas; la elaboración de unos modelos que representan la casa que ellos quieren alcanzar en un futuro próximo. Estos procesos han cobrado diversas formas en el momento de su socialización, y han detonado cambios intensos en la vida de algunas de las familias involucradas, y en la de Óscar Moreno, su promotor.
Algunas ideas en torno al proyecto que Moreno compartió conmigo recientemente se encuentran a continuación.

***Un Lugar Común***
[Sobre la posición de Oscar Moreno en el proyecto y su rol con respecto a las familias involucradas. Las experiencias vitales comunes de la familia de Oscar y de las familias del barrio Bellavista Parte Alta fueron una base sólida para desarrollar su diálogo]

Oscar Moreno: Creo que soy una especie de mediador entre mi experiencia vital, la experiencia de mi propia casa y la de las familias del barrio Bellavista Parte Alta. Me acerqué a estas familias desde de mi propia experiencia: a partir de las cosas que vivieron mis papás, que estuvieron en relación con fenómenos de la época de La Violencia; a partir de las historias que yo escuchaba de niño sobre esto; a partir del hecho de que pasé mi infancia habitando barrios parecidos. Entonces, cuando me acerco a las historias de ellos no son historias tan distantes, y el barrio no es un contexto ajeno para mí. [...] Por esto no siento que convierta estas familias en objeto de mi indagación o de mi investigación, sino que simplemente estoy trayendo al presente sus historias, a través del relato y de las fotografías. Esas historias que surgen las compartimos... creo que las familias cobran una conciencia diferente sobre éstas, y yo los reconozco un poco más a ellos, tendemos lazos de afecto. No me siento como investigador. No he asumido esa posición.

***Una Estética de lo Cercano***
[En torno a la poética de Moreno, su posición con respecto a las prácticas del arte y la integración estructural de las prácticas y de los saberes populares]

Mhm... uno nunca la tiene clara... Yo confío en que el arte no es lo que sucede en el campo cerrado de las artes plásticas. Sé que esa construcción que se ha dado a través del tiempo tiene que acercarse no solamente a la vida sino al contexto local. Creo que, en la actualidad, muchos procesos del arte no surgen de una indagación sobre el contexto local, entonces hace falta que se contaminen de las estéticas locales, de la relación con la artesanía, por ejemplo. Yo creo que esas fronteras se están reformando constantemente. Las fronteras entre el campo del arte y las expresiones del arte que provienen de la vida misma, del contexto, de la gente, que para mí son expresiones sensibles y estéticas que transforman la mirada sobre el mundo.

Otro factor que es importante para mí es la relación con lo pedagógico. Trato de desarrollar una noción expandida de la pedagogía, en el sentido en que intento aprender a construir relaciones entre las personas acerca de lo que ha pasado en nuestro contexto, y que se generen alternativas de interacción. Es lo que siento que he hecho con las familias de Bellavista. No me relacioné con ellos a través de un relato trágico, desde el trauma de la violencia... hemos atravesado eso, pero también hemos tratado de ir más allá de esos discursos.

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