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José Antonio Hernández-Diez








transcripción de la entrevista

Fecha de la entrevista: 01/01/2004
Lugar: Venezuela
Tema: Entrevista: José Antonio Hernández-Diez
Entrevistador: Karina Sainz Borgo

LatinArt:  En su más reciente exposición, se señalan una serie de módulos temáticos, entre ellos la marginalidad y la cultura vernácula. La crí­tica ha atribuido a algunas de sus a piezas "una preocupación por el avasallador materialismo que inunda las sociedades latinoamericanas". Usted ha dejado claro que no le interesa producir un arte latinoamericano ¿considera impuestas estas lecturas locales a su obra?

José Antonio Hernández-Diez:  Son catalogaciones necesarias para encausar. Con respecto a un arte latinoamericano buscan ciertas referencias conmigo y con otros, para crear una especificidad, que somos de un continente. Es algo que no me gusta, aunque tampoco reniego de eso. Me siento más caribeño que latinoamericano, tengo concordancia con muchos artistas brasileros, colombianos. Pero más que todo se trata de un flujo personal y, claro, el entorno influencia mucho. Yo he vivido prácticamente toda mi vida aquí­ en Venezuela, aunque salgo constantemente y nunca he renunciado a tener una residencia en Caracas. Ese entorno nos influencia de una manera similar a un grupo. Pero mi trabajo es personal. Antes, cuando era más joven, me sentí­a identificado con ciertos artistas, movimientos, pero hoy en dí­a es algo más conciso, más yo.

LatinArt:  La instalación In God we trust (1991) registra el estallido social del 27 de febrero de 1989, uno de los momentos más violentos en el paí­s. En el avance de sus obras persiste un aliento agresivo, los perros que devoran patinetas en La Hermandad (1994), las misma uñas acrí­licas, pertenecientes a Soledad Miranda (1998), que aunque se le han atribuido interpretaciones por el ocio no dejan de ser un arma. ¿Existe una violencia latente en estos objetos?

José Antonio Hernández-Diez:  Sí­, pueden ser elementos que tienen distintos usos. Eso es parte fundamental de mi trabajo, que no quede estancado en uso especí­fico a nivel formal. Esas interpretaciones me interesan, los perros peleándose por la comida o las uñas, que también sirven para el galanteo. Me interesa la presencia de varias lecturas, no encasillarme en un hecho violento especí­fico. In God we Trust el video es muy violento, pero hay algo que lo hace más volátil, más digerible, lo mezclé con otras imágenes grabadas por mí­, los anuncios de farmacias en turno. Eso le da otra lectura, no se queda en el hecho documental. No es mi interés primordial mostrar esa violencia cotidiana, pero se siente esta lectura.

LatinArt:  La serie fotográfica a la que pertenecen Marx, Jung, Hegel, cuando algunas de ellas fueron expuestas en Caracas, era común que espectadores jóvenes se detuviesen a mirar, especí­ficamente, el modelo de cada uno de esos zapatos. Como existen estas prendas para cada tribu urbana (skaters, punks, etc), existen modelos especí­ficos de pensamiento para cada grupo ¿qué hay en ese juego de reconocimientos?

José Antonio Hernández-Diez:  Hay modelos de pensamiento y son como tótems muy especí­ficos. Estoy tratando filósofos con modelos ya históricos de pensamiento, porque querí­a hacer una relación con los zapatos, que de por sí­ es la prenda con la que se generan más fetichismos a lo largo de la historia, los chinos reduciendo pies, la tendencia del cuero, los tacones. Antes era mucho más difí­cil juzgar cuál era tu posición ante una determinada polí­tica o filosofí­a, ahora es mucho más fácil saber de dónde vienes, qué te interesa, por los zapatos. He estudiado todas esas tribus para hacer esta pieza, incluso a nivel polí­tico eso está muy focalizado. Las mafias rusas de Nueva York usan un tipo de zapato y aquí­, en Venezuela, cuando mataban a alguien por un zapato, no era por uno cualquiera, era por un Nike.

LatinArt:  En el proceso de sus piezas hay cambios. Comenzó con el videoarte, sin embargo pasó luego por la instalación, la fotografí­a, grandes objetos. Usted comenzó estudiando cine. ¿Existe algún medio que le interese por encima de otro?

José Antonio Hernández-Diez:  Comencé estudiando cine, un medio muy ligado al video, pero era un trabajo de equipo en el que no cuadraba y decidí­ pasarme directo a hacer arte, videoinstalaciones, videoesculturas, pero hoy en dí­a no que existe un medio que me interese más que otro. El video me cuesta más en estos momentos, aunque no renuncio a ello. De alguna forma me siento más escultor, pero volvemos a lo mismo, eso no es tallar, allí­ entran tantos materiales que no quiero catalogar, no quiero encasillarme. Los medios me ayudan a cambiar de un trabajo a otro, a romper con un esquema. En parte mi trabajo es muy mediático, muy polivalente, no me gusta quedarme en una serie. El cambio de medio permite un cambio conceptual.

LatinArt:  ¿Se sentirí­a en un momento un escultor?

José Antonio Hernández-Diez:  Yo no soy un escultor, me siento un poco escultor. Mis fotografí­as son básicamente esculturas, mi trabajo de video o la fotografí­a es el soporte. El click es para capturar esa imagen, pero me siento mejor con los volúmenes

LatinArt:  En cuanto al tamaño de algunas piezas, ¿por qué trabaja con dimensiones que tienden a la exageración?

José Antonio Hernández-Diez:  No considero que sean tan grandes. Trato de buscar una relación con la escala humana. No son como un Oldenburg, hay cierto lí­mite al cual me gusta llegar. Las uñas de Soledad Miranda son de mi tamaño. Las marcas de mis dientes en Que te rinda el dí­a, trato de buscar una relación con lago que existe. Por ejemplo, las fotografí­as de los zapatos las fui ampliando hasta considerar que llegaron al tamaño en el cual se debí­an de mostrar. pequeñas se perdí­an, querí­a que jugaran con esa idea publicitaria, como se muestra hoy la imagen corporativa. No se trata de pasarse de vuelta con los tamaños, tienen un porqué.

LatinArt:  Con respecto a su muestra individual reciente ¿Cómo siente que ha sido el resultado, incluso espacialmente, tomando en cuenta los lugares donde fue expuesta antes de exhibirse en el New Museum, un por demás lugar pequeño?

José Antonio Hernández-Diez:  Esta es una nuestra que viene creándose desde hace tiempo. Con el curador vení­a trabajando desde hace unos cinco o seis años. Es un proceso y genera sensaciones encontradas, porque enfrentarse al trabajo ya visto, conocido por ti, que has mostrado tantas veces, es un poco chocante. Hay piezas que no quisieras mostrar pero sabes que son necesarias para que sea coherente. A nivel de montaje, son tres muestras, tres lugares diferentes los unos de los otros. En Santa Fe quedó estupenda y en Nueva York, el New Museum es un lugar acogedor. Al principio le tení­a un poco de aprehensión al espacio, pero quedó muy bien, la gente respondió ante la muestra. Es extraño hacer eso, mostrar que tienes años que no has visto, con unas te sientes bien, te mantienes, con otras te sientes un poco incómodo.

LatinArt:  ¿Con cuáles se siente incómodo?

José Antonio Hernández-Diez:  Con Vas pa'l cielo y vas llorando, hace tiempo no la veí­a y la mostré de una manera diferente a la cual la habí­a planteado. Con La Hermandad, la pieza de los chicharrones, me siento muy bien porque es algo que sigo trabajando, toda esa relación de microhistorias en mi vida cotidiana, que viene de mi enfoque artí­stico, del dí­a a dí­a, la otra es una pieza más alegórica, de cuento o de fábula, que eso ya no me interesa.

LatinArt:  Se ha registrado un proceso de cambio desde obras como San Guinefort (1991) hasta Ceibó (1999), así­ la serie de piezas creadas con muebles, referencias domésticas, personales, como por ejemplo, las camas entrelazadas ¿Cómo se ubican en su trabajo?

José Antonio Hernández-Diez:  Yo me he estado haciendo una casa sin darme cuenta, vivo desarraigado. Las cosas se cargan de energí­a, quise darle un poco de lo que soy a esos objetos cotidianos, casi se puede decir que son objetos encontrados, pensando en la idea de Duchamp, sólo que ensamblados de forma distinta al uso que se les ha asignado. Por ejemplo, las camas entrelazadas, es un poco como los lazos familiares, la cama que vas heredando. El ceibó es igual, es ese mueble que guarda mil y un secretos. Yo me quedo recolectando mis cosas y embalándolas para empezar una nueva vida y en ese interin te encuentras con esos recuerdos, el mantel, los platos, es repetir esa situación, una transición que nunca se acaba. Por eso ese loop, que no es digital, sino mecánico, que hago yo mismo: quito y pongo todo el tiempo, como un performance. Es una obra muy cargada, de las más emocionales que he hecho. He hecho sillas, hay planchas y mesas marcadas con mis dientes a escala de un metro, que parafrasean el minimalismo norteamericano y es como poner mi marca sobre eso. La teorí­a de que los latinoamericanos somos unos antropófagos, comemos cultura. Intentaba jugar con eso de una manera más directa, eso lo hice para la bienal de Sao Paulo del 96. Una de mis últimas obras es la cuna de donde nació mi hijo, la cual trabajé como una molécula, como un DNA que se va metiendo en la casa de uno, comiéndose el espacio. Es una casa lo que me estoy haciendo.

LatinArt:  Las fotografí­as que está realizando en este viaje a Caracas, ¿qué proponen?

José Antonio Hernández-Diez:  Todo en mi trabajo tiene que ver con la idea de comer, digerir las cosas que uno se traga, el alimento que necesitamos. Estoy trabajando ahora en cómo el trópico se devora la modernidad, con fotografí­as de casas abandonadas llenas de hiedra, comidas por el entorno. Entra el lado polí­tico de la gente que deja su casa y se va para afuera, regresa y ya es otra cosa, pero eso serí­a más bien una segunda lectura. Trato de buscar historias de por qué la casa está abandonada.

LatinArt:  Este proyecto, o las fotografí­as de los pequeños muñecos de plástico mordidos e incluso La Hermandad , continúan la idea de lo voraz

José Antonio Hernández-Diez:  Sí­, la voracidad de alguna forma ha estado presente en mi trabajo, pero siempre desde el lado clí­nico. Trato de quitarle espí­ritu a las cosas. No me gusta poner el alma de la voracidad, Saturno devorando a su hijo, trato de verlo más cientí­ficamente, porque la voracidad es comerse las cosas sin un sentido, simplemente por el hecho de que tienes hambre. Esto más bien es visto como una cosa clí­nica, pensada, analizada. Los muñecos por qué están mordidos, porque en ese momento no los podí­as poseer, te los quitaban de las piñatas. Se trata de manipular, redefinir el cuerpo con la ayuda de la nueva tecnologí­a. Las primeras piezas sobre el cristianismo era redefinir la religión a través de la tecnologí­a. La tecnologí­a puede ayudar a conservar el cristianismo, trato de buscarle un precepto, además de teológico, un énfasis cientí­fico.

LatinArt:  ¿Qué artistas o movimientos forman parte de su proceso de reflexión y trabajo?

José Antonio Hernández-Diez:  A nivel histórico me interesan los coloritmos de Alejandro Otero, el pop art, el op art, el minimalismo, Donald Judd, los postminimalistas, Bruce Nauman. Rauschenberg también, sus piezas son muy limpias. De artistas de mi generación me interesan algunos como Gabriel Orozco, las nuevas generaciones también me interesan. No tengo un mentor en particular, podrí­a hablarse de grupos, la fotografí­a alemana de los 80’s y los 90’s, Bill Viola en su momento, la gente que trabaja con video temática cine me interesa.

LatinArt:  ¿Qué concurrencias persisten en el arte contemporáneo? ¿Qué elementos recoge o propone su trabajo?

José Antonio Hernández-Diez:  Las cosas muy bien elaboradas, muy concretas en sí­, dejar la instalación site-specific y concentrarse en un objeto funcional que sea universal. Me estoy volviendo muy clásico, ir a la presentación tradicional del objeto es lo que me interesa, también la metodologí­a museográfica. En un momento utilicé el minimalismo de manera low-tech, la tecnologí­a del dí­a a dí­a, mecánica, del hogar. Se me ha definido como artista tecnológico, algo que detesto, porque el video, hacer una máquina que mueva algo no es tecnologí­a. Voy más bien por el camino de las ideas y no por el soporte que utilicen, aunque me gusta hacer las cosas limpias, me cuestiono más a nivel formal que conceptual. En mi trabajo se establece una tesis, mi problema es cómo lo voy a mostrar. Ese es el problema del arte hoy en dí­a: cómo mostrar las cosas, es uno de los grandes problemas, no de representación, sino de presentación.




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