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Darío Escobar








transcripción de la entrevista

Fecha de la entrevista: 01/12/2003
Lugar: Guatemala
Tema: Darío Escobar: La ironía como una de las bellas artes
Entrevistador: Javier de Pison

LatinArt:  La siguiente entrevista fue realizada en la galerí­a Sol del Rí­o Arte Contemporánea (http://www.sdr-arte.com/) de la ciudad de Guatemala.¿Cómo ve el arte latinoamericano actual?

Darío Escobar:  Analizar el espacio del arte latinoamericano es complejo porque éste tiene un bautizo, un nombre que lo define, un espacio que se le asigna y un territorio donde debe de circular para poder ingresar en los espacios de poder. Y ese espacio es el terreno de la lástima: el criticar, el utilizar el arte como un vehí­culo para la construcción social más que para la construcción estética. Creo que hay procedimientos más interesantes para poderlo manifestar. Lo cual no quiere decir que el arte (que propongo) deje a un lado las preocupaciones vitales. Pero creo que ambas obras no residen precisamente en ese espacio de crí­tica y de conversión a una nueva fe.

LatinArt:  Pero los artistas latinoamericanos han tenido cierta repercusión a nivel polí­tico en paí­ses donde han existido problemas sociales, a diferencia de en otros lugares donde su obra ha sido simplemente absorbida por el mercado, ¿no cree?

Darío Escobar:  Es verdad. El problema que tengo con un arte de corte social es que se quede en eso, en un simple panfleto. Yo considero pertinente hoy en dí­a como primordial definir el espacio de trabajo en el que pretendes insertarte. En este momento mis intereses giran en torno a una teorí­a de la representación, que me interesa muchí­simo como estrategia de trabajo: el encontrar espacios paralelos que no han sido explorados. Por ejemplo, a mí­ me gusta mucho el humor, porque es una forma de tener control sobre la situación. Aprender a reí­rte de ti mismo y de todas las cosas te propicia un dominio, un espacio reconocido. Si nuestra misión es encontrar una estética, el único espacio que aún no se ha cubierto es el del humor. Me interesa mucho también porque el humor te permite volver al espectador cómplice en una intervención sin que se percate de ella. Yo hice una acción en la Bienal de Albania, en plena guerra, en la que se repartieron unos gorritos de cumpleaños de camuflaje. Era interesante ver a 3.000 invitados en la inauguración con un gorrito de fiesta de camuflaje, sin que se dieran cuenta de lo que pasaba; es decir, se divertí­an sin tener plena conciencia de la referencia a la guerra. Esa acción mantiene una lí­nea polí­tica desde otra perspectiva: no es el dedo que apunta sino una forma de minimizar el terror a través de otro tipo de espacio, que puede ser una crí­tica un poco más mordaz.

LatinArt:  ¿En dónde más utiliza la ironí­a?

Darío Escobar:  Sí­, "Freeway", la pieza que estoy haciendo para una exposición en PS1 en Nueva York propone una idea de la modernidad. La infraestructura, la ingenierí­a, en paí­ses pobres como los nuestros sigue siendo ese sueño mesiánico, ese espacio que nos ha sido negado. Mi misión era inventar una modernidad de una forma paralela: inventar edificios, estructuras, carreteras, autopistas, pero que tuviera una visión totalmente distorsionada de la original que te venden los polí­ticos o los industriales. Construí­ un "Freeway" en el que no puedes avanzar, sólo brincar: no puedes irte, puedes jugar, puedes divertirte más que utilizarlo. Creo que las piezas que produzco utilizan al espectador. Mis trabajos no son interactivos: lo que mi obra hace es usar a las personas de una forma un poco perversa, porque te seduce, te usa, y después, "chao, querido". Luego te das cuenta de que fuiste parte de este juego, pero eso viene después.

Una vez hice una obra para un proyecto en el Museo de Arte Contemporáneo de Milán, una serie de patinetes que en la punta tení­an logotipos de autos de lujo: esos emblemas que llevan los Mercedes Benz, Rolls Royce o Jaguar (patinetes de 8 dólares con distintivos que valen $200). Los 20 patinetes estaban en una gran sala y todo el mundo jugaba con ellos. Para mí­ era otro juego: el juego del que pertenece, del que compra. Siempre me interesaron esas tensiones, trabajar con polaridades: lo barato que ahora se convierte en culto; lo culto que ahora es barato. Ese tipo de juegos que dependen de un contexto. Y creo que manipular contextos es un espacio muy interesante, es el espacio que te brinda el arte contemporáneo, porque es asumido como un lenguaje altamente intelectual y culto.

LatinArt:  Es un juego sin duda interesante, pero ¿cuán comprensible es aquí­ en Guatemala?

Darío Escobar:  No funciona muy bien porque este es un paí­s donde no existen licencias, donde la obra de arte está diseñada para la contemplación, no para insertarse dentro de ella. El problema es que hay mucho temor, pero también existe una visión crí­tica: los calzoncillos bordados con (el escudo nacional de Guatemala) en oro de 24 quilates fueron vistos como un atropello (a la identidad nacional). Pero a mí­ jamás se me pasó por la mente atropellar nada. La idea que tení­a era usar toda esa carga de nacionalismo y generar un icono un poco más fuerte. Hice un calzoncillo tí­pico con un bordado en oro tal como se hací­a en el siglo XVIII, y si causa rechazo pues bien. Creo las bellas artes me dan la posibilidad de trabajar este tipo de objetos en suspensión.

Por ejemplo, yo no puedo desvincularme de mi tradición escultórica, dada mi formación como arquitecto. Me encantarí­a hacer intervenciones o performances, pero mi cuerpo no tiene la capacidad de decir lo que dicen mis objetos. Actualmente utilizo en mis obras objetos industriales que son fácilmente reconocibles. Esa proximidad es precisamente uno de los juegos por la que las piezas que fabrico son seductoras, porque uno no desconfí­a de lo que conoce. Es decir, son parte de ese principio. Otra de las situaciones que me interesan es esa sensualidad que te produce el conocimiento del objeto mismo y esa dosis de atracción: "Ay, una patineta, qué linda, qué bien", que predispone a jugar. Propone una dicotomí­a que no puedes enfrentar sin que te joda un poco.

LatinArt:  Pero también utiliza muchos sí­mbolos tradicionales como la imaginerí­a barroca.

Darío Escobar:  Sí­, parto de ahí­ y me gusta decirlo por cuanto en alguna medida es el espacio en el que empecé. Me percaté de que la gran burguesí­a guatemalteca siempre estuvo arraigada a las prácticas de la colonia, que toda la estructura social es totalmente colonial. Muchos de los nuevos ricos necesitaban inventar ese abolengo que no tení­an y lo hací­an adquiriendo antiguedades, comprando casas en Antigua (vieja capital de Guatemala), empezando a edificar una estirpe que habí­a que inventar. Y entonces fue cuando decidí­ tomarme la misión de inventarles un barroco a ellos mismo. Empecé con una serie de objetos laminados en oro y en plata repujada, pero (en vez de objetos clásicos) eran canastas de basketball, skateboards, comida desechable, basura que tiras a la calle pero que repentinamente valí­a mucho porque ahora era una obra de arte, con oro y esto y lo otro. También he jugado con cierta idea del dolor. De hecho hay una pieza que es una Dolorosa (Virgen colonial que lleva clavada en el pecho una daga) del siglo XVI con dos mangueras en los ojos que se conectan a una bomba de agua de la que salen dos chorros. Era un juego: re-inventar todo el esplendor del barroco (para una clase) que quiere aferrarse a un espacio de poder que no está dispuesta a sacrificar. La forma más eficiente de hacerlo era inventar una colonia nueva, más esplendida y más funcional aún.

LatinArt:  ¿Cómo fueron recibidas esas piezas?

Darío Escobar:  Muy bien, porque (la gente) nunca logró percibir lo que realmente significaban hasta ahora en que empiezan a ser rechazadas. En un principio eran muy aplaudidas porque habí­a todo un desplazamiento artesanal sobre ellas. Una, por ejemplo, era una canasta de basketball laminada en plata de dos gramos de grosor, repujada y esmerilada, es decir, con toda la técnica (barroca y hecha) por los mejores artesanos. Era algo esplendoroso y avasallador totalmente. Lo mirabas y decí­as: "¡Qué lindo!" Pero no sabí­an realmente por qué era lindo, y lo era de lo puro familiar que te resultaba. De ahí­ parte un poco el gusto por incorporar al espectador, no como simple espectador sino como cómplice. Porque la obra de estas piezas no era la pieza en sí­, era el acto de reconocerlas, el acto de llevarlas a casa, el acto de promoverlas. Y podí­as llegar a ser feliz teniendo (en casa) un caballo de Troya.

Las piezas tuvieron mayor éxito fuera de Guatemala porque el barroco tiene esa cualidad de haber sido el primer movimiento globalizante, por lo que eran fácilmente reconocibles. Y esa suntuosidad de la que hací­an alarde era precisamente el gancho. De ahí­ parte esa primera generación de objetos que reflexionaba sobre las relaciones y proponí­an una colonia nueva, familiar, pero un poco más perversa. Después vienen los objetos funcionales un poco más desnudos, pero con la misma densidad de cargas contradictorias, con el mismo juego de polaridad.

LatinArt:  ¿Qué obras engloba en esta segunda serie?

Darío Escobar:  La serie de los patinetes con marcas de carros de lujo, una serie de patines normales que tení­an cuchillas hacia dentro que cuando patinabas te desgarraban. Una versión de la serpiente emplumada maya, Quetzalcoatl, compuesta de 80 patinetes cortados en pedazos y unidos con bisagras que a la hora de montarlos formaba una escultura moderna que podí­as llegar, usar y desplazar. Era una pieza que no era nada pero que era mucho al mismo tiempo.

LatinArt:  ¿Una deconstrucción artí­stica?

Darío Escobar:  Totalmente. El resultado era muy estético, como esas tí­picas esculturas de Ligia Clark y esa punta de flecha de la época abstracta. Querí­a jugar en función de una modernidad un poco más consumista, más próxima. Después presenté una cancha de basketball dibujada dentro de un museo para que todo el mundo jugara, sólo que los aros no eran redondos sino cuadrados. Nadie podí­a perder ni ganar: era el juego perfecto en el que la competencia no existe, sólo un esfuerzo por nada.

LatinArt:  ¿Cree que su obra actual, que utiliza objetos funcionales, es más entendible que sus juegos sobre el barroco?

Darío Escobar:  No sé, es algo que me confunde porque el barroco fue aceptado totalmente porque proponí­a una estética rimbombante: era hermoso y no importaba nada más. Mis últimas obras crean más conflictos porque no se identifican como "arte guatemalteco", pierden algunas coordenadas de identidad, pero a la vez me abren otro espacio más complejo que me interesa más porque va a exigirme al máximo. Pero no puedo dejar de ser guatemalteco y se nota en el trabajo. A pesar de que no es totalmente reconocible al verlo sabes que soy latinoamericano.

LatinArt:  ¿Cree que si presenta "Freeway" en Nueva York con otro nombre alguien va a pensar que es obra de un latinoamericano?

Darío Escobar:  Creo que si pones en la mesa de disección una pieza como esa te darí­as cuentas de que nunca se le hubiera ocurrido a un belga o a un francés, porque legitima o sobrevalora algo que se asume con mucha naturalidad. Es decir, autopistas hay en todo el mundo, pero acá (en Guatemala) hay pocas. Llevarlas como pretexto al formato del arte es algo que sólo harí­a un (americano o europeo) loco.

LatinArt:  ¿Se plantea el arte de una forma preconcebida, intelectual?

Darío Escobar:  Creo que algunas veces es un problema cuando conoces demasiado y no permites que las cosas te encuentren. Aunque también es una forma interesante de producir arte hoy en dí­a. Más que una visión sobre el arte creo que tengo una misión: proponer toda una estructura ideológica capaz de insertarse por sí­ sola dentro de un espacio por su calidad, una competencia leal y no un espacio por asignación. Es decir, eso que se da por sentado: tú como artista guatemalteco hablas de tu paí­s o tú como mujer hablas de las mujeres. Pero yo voy a hablar sobre un espacio que me interesa. Creo que uno de los grandes vicios en los que hemos caí­do los latinoamericanos ha sido el ganar espacios por representación nacional. Ahora tengo una muestra en Costa Rica en donde presento una serie de cajas de comida de McDonald’s de cinco metros de alto. Van a ser 10 macro cajitas dentro del museo construidas con una estructura metálica y luego como las chozas de las barriadas, de cartón, forradas y con logotipos comerciales dibujadas por pandilleros. La obra hace referencia al proceso de colonización, al colonizado que imita al colonizador, y es absolutamente feliz de ese dominio. Es una celebración y un espacio que se abre y te encierra a la vez. Creo también que es parte de la responsabilidad del artista asumir un discurso con ese fin y con esa estética.

LatinArt:  Pero ese es un arte totalmente conceptual en vez de funcional.

Darío Escobar:  Sí­. Una vez hice una pieza que tení­a connotaciones similares. Era una bicicleta estacionaria, recubierta con láminas de plata repujada a ocho manos, en la que se trabajó durante seis meses. Creo que es interesante en un contexto como Guatemala, donde la bicicleta sigue siendo un medio para transportarse, no para hacer ejercicio fí­sico. Una bicicleta estacionaria ni siquiera tiene ya una función, una élite la ha asumido para moldear su cuerpo, y el arte entra en ella y la vuelve más inútil aún. Creo que ese es el punto: la ultra modernidad de los llamados artistas post-conceptuales, porque creo que nosotros no somos conceptuales sino post-conceptuales, ya que todas nuestras recapitulaciones no son más que un ejercicio de forma y una reincidencia bastante viciada sobre la desmaterialización del objeto, aunque caigamos en lo mismo.




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