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Oscar Muñoz: Disolvencia y fantasmagorí­as


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[Narcisus] by Oscar        Muñoz
Narciso

[Narcisus] by Oscar        Muñoz
Narciso

[Narcisus] by Oscar        Muñoz
Narciso

[Narcisus] by Oscar        Muñoz
Narciso

[Narcisus] by Oscar        Muñoz
Narciso




[Narcisus] by Oscar        Muñoz

Museo Municipal de Guayaquil,
10/05/2006 - 15/06/2006
Guayaquil, Ecuador

Oscar Muñoz: Disolvencia y fantasmagorí­as*
por Lupe Alvarez

En cualquiera de sus variables Narciso apunta a ese carácter irrevocable de la existencia entendida como lo "no dado", lo "no fijo", lo expuesto y no susceptible de ser controlado. La redefinición del sujeto parece inminente y no llega a consumarse, o quizás sí­, pero sólo como una sucesión de diferencias, rostros fragmentados y alterados por temporalidades diversas y hallados en lo particular de su enunciación, series irreductibles al "Uno", que subsisten como multiplicidad en la necesidad de ser vistos e identificados.

El autorretrato es otro de los modos que, en la poética de Muñoz, se carga de significaciones, y no precisamente por la referencia a sí­ mismo como sujeto de experiencia, sino como un enclave de preocupaciones existenciales a las que la imagen propia, por no estar externamente fijada, inviste de potencial subjetivo amplificado. La coincidencia en esta forma de representación de esas dos entidades - la que se plasma y la que produce la imagen - refrenda el sentido de veracidad del resultado, pues existe entre ellas una particular relación en la cual la una y la otra se constituyen mutuamente.

El hecho de que este "autorretrato", en vez de validarse por su efecto de profundidad, se nos ofrezca como entidad inconsistente, desprovista de soporte estable y fuerza aglutinante, remueve las tradiciones artí­sticas - dibujo, fotografí­a- que soportan históricamente la representación de ese ideal de la naturaleza humana preexistente y deseable, latente en los usos clásicos de estos medios.

Se sabe que los actos de representación han abonado los modos de ser del sujeto en la cultura. Un sujeto que, como el de estas obras, "se ve" a sí­ mismo; como un hecho permanente de desconfiguración y disolvencia constituye, definitivamente, un atentado contra las formas fundacionales y fijas de la identidad que nuestra cultura de las definiciones, con sus retóricas visuales, diseminó.

El acento angustioso e inquietante se incrementa por el impulso expresivo del material, y se condensa totalmente en la mezcla de medios. La temporalidad de las obras, su interacción con circunstancias reales, las dotan de un elan vital que impone la potencia fantasmática de la imagen. El sujeto no es sino proceso, acto, contingencia; no hay en él nada que le anteceda y su destino es impredecible.

Muchas de estas reflexiones se justifican también para Re-trato, un video en loop que registra el proceso en el cual, mediante pinceladas de agua, la mano del artista dibuja tercamente el rostro propio sobre una loza caliente. El dibujo intenta en vano apresar los rasgos identificatorios, pero los medios evanescentes y frágiles frustran repetidamente el esfuerzo, convirtiendo la meta en inútil quimera.

Tal y como sucede en Narciso, esta obra no depende de factores ambientales(3) que activen, en ella, diferentes estados; sin embargo, la cualidad de imagen-tiempo que el video provee permite confrontar el carácter precario del trazo que constantemente se evapora y su rehacimiento diferente e imprevisible cada vez. Se trata de un lúcido enfoque cuya precisa economí­a visual arbitra ese ciclo absorbente de aparecimiento y desvanecimiento, de poiesis infructuosa que nos enví­a a la desintegración de su propio fantasma: el del "Yo" sugestionado por alcanzar su "mismidad".

Re-trato nos conduce más a su "Nada", que a algo que constituya origen o asidero, y apunta a eso insimbolizable que, huidizo como el hurón - al decir de Lacán -, escapa a la voluntad de representación; eso que aun siendo él mismo no puede cerrarse ni conseguirse más que como acto eternamente fallido.

La representación, malograda por la precariedad de los soportes y abierta al régimen de duración, se temporaliza internamente, y ello expulsa al dibujo de su sitial en la estructura de la imagen fundacional. Aquí­ se muestra vulnerable e incapaz de sostener la expresividad del trazo que, en tales circunstancias, ofrece resistencia insuperable a la mano creadora.

Concebida como signo-tiempo en condiciones adversas para su finalidad, dicha imagen transcurre de un modo en el que cada momento es crucial. Cualquier jerarquí­a queda depuesta quedándonos sólo "ahoras" de intensidad palpable.

Sobre esta pieza podrí­amos, con propiedad, aplicar una reflexión de José Luí­s Brea sobre el famoso autorretrato de Van Gogh en la cual señala que este "muestra siempre lo contrario de lo que de él se decí­a, no la existencia, sino la total evanescencia del autor"; observando la serie de Van Gogh, lo que se ve en ella no es más que el rastreo del continuo desaparecer del sujeto "lo que se muestra es su darse como un sustraerse, como un estar en fuga".(4)

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