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Detonantes


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Objects on  Refrigerators by Gabriel        Galvan


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Tarot by Carlos        Amorales


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OPA- Oficina Para Proyectos de Arte,
15/07/2005 - 16/09/2005
Guadalajara, Jalisco, Mexico

Detonantes
por Lorena Peña

Son tantos, tan elaborados y bien delimitados los discursos y disertaciones que el sistema del arte contemporáneo impone en sus acontecimientos, que es difícil evitar el agradecimiento cuando un par de curadores, bajo una postura arriesgada, desenfadada, se da la libertad de abrir un diálogo extra- ordinario, simple, sin grandes pretensiones y fuera de lo establecido. El pasado 15 de julio la Oficina para Proyectos de Arte inauguró la exposición Detonantes, bajo la curaduría de Guillermo Santamarina e Iñaki Bonillas. Esta muestra colectiva no es sino la presentación abrumadora de 25 obras incipientes, es decir, 25 objetos que fluctúan entre ser una pieza o un ensayo, y que en algún momento de su existencia dieron pié a la realización formal y conceptualmente resuelta de otras piezas subsecuentes. La colección de sonajas polacas de Maurycy Gomulicki, el archivo fotográfico recopilado por el abuelo del artista Iñaki Bonillas, y la colección de objetos colocados sobre refrigeradores de Gabriela Galván se muestran aparentemente amontonados en una especie de "tianguis (1) de ideas" conformado por objetos de todos los tamaños y formas imaginables, a los que el espectador acude en busca de la forma, imagen o evocación de qué apoderarse. Cada una de las obras que componen esta exposición se sostiene sobre sí misma casi en un monólogo susurrante y seductor. El tarot que el mismo Amorales diseñó a fin de que los espectadores se sentasen a crear su propia e ilimitada interpretación de la vida del otro, las caribocas (dibujos sobre marcas de lápiz labial) que la madre de Raúl Ibáñez dibujó en sus cuadernillos y el vaciado en látex de Teresa Margolles ejercen su propio tratado sobre el ejercicio de discernir sobre la vida y la actividad humana, al tiempo en que el mural de Marco Arce se levanta en una reflexión sobre la pintura en un discurso avasallador e imponente.

Si bien el sistema del arte ha acogido obras y teorías artísticas, las ha valuado, vendido una y otra vez, incluso hasta perdido y recuperado, el proceso creativo de sus autores, el momento exacto en que son gestadas, es aquello intangible que será siempre el romántico misterio seductor del arte. A pesar de que la Historia del Arte ha hecho por deshebrar a conciencia estos procesos, por desmitificarlos, incluso por volverlos material comercializada en sí mismo, existe una parte que no será nunca alcanzada y que seguirá volcando hacia nosotros la mayor de nuestras frustraciones: jamás seremos capaces de penetrar en el pensamiento ajeno. Santamarina, lejos de semejante pretensión, parece optar por la resignación y en cambio construir una especie de fotografía que congele ese instante en que una obra puede ser engendrada o no, el momento justo en que al artista –ya no ser iluminado sino ser humano ordinario, pensante, extrañamente creador- llega a la idea oblicua que lo impulsa, ese juego obsesivo que trata solo de eso, de jugar a buscar/ inventar las cosas escondidas.



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