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Arte y Teorí­a
Entrevista con Reinaldo Laddaga... Segunda Parte
Santiago Garcí­a Navarro




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Estética de la Emergencia

Santiago García Navarro: Uno de los rasgos que señalás como propios de los proyectos que analizás, es su capacidad de modificar un estado de cosas local. Por un lado, creo entender que apuntás a describir una situación propia de las prácticas actuales en general, según la cual las formas de cooperación ya no dependen de la organización apriorística de un proyecto comunitario (vía el partido, la revolución, etc.), sino que ellas mismas son, inmediatamente, producción de modos de vida. Por otro lado, esta producción biopolítica es ambigua, en el sentido de que tanto las luchas de campesinos, trabajadores urbanos, etc., como la dinámica de las empresas, producen biopolíticamente. Con respecto a los ejemplos que tomás en el libro, encuentro una diferencia importante entre proyectos como Park Fiction, La Commune o Wu Ming, y otros como Whatís the Time in Vyborg? o Venus. En los primeros hay una modificación de un estado de cosas local en un sentido bastante claro de lucha, de interrogación, de diferenciación respecto de los modos en que opera el poder sobre los nuevos modos de vida. En los segundos no veo esa diferencia. Whatís the Time in Vyborg?, a pesar de lo interesante que resulta la propuesta de empezar a ver la ciudad con otros ojos, de rescatar un patrimonio y, a partir de ese rescate, producir nuevos vínculos, no me parece muy distinto de los proyectos que la industria cultural posmoderna puede cobijar y promover sin pasar por ninguna crisis. Al menos por la descripción que hacés del proyecto, no veo que se haya producido una comunidad abierta capaz de profundizar en los efectos que elementos implícitos en el taller, la película y el tour parecía que podían llegar a producir: por ejemplo, una revisión de la idea de frontera, o de la histórica expropiación de territorio finlandés por parte de Rusia. En cuanto a Venus, creo que fue una tentativa más o menos regular –aunque con perfil propio- de incrementar conexiones de diverso tipo en el contexto de una sociedad en red. Pero no hay ninguna idea ni ninguna práctica importante que permita distinguir lo que ocurre en el ámbito del proyecto, de las formas normalizadas de consumo y de inducción al consumo, ni de las características de la subjetividad de mercado contemporánea. Es decir, en ninguno de los dos proyectos encuentro ninguna producción significativa de material crítico que sirva para interrogarse por problemas de la vida contemporánea. En todo caso expresan, simplemente, la emergencia de nuevas formas de sociabilidad, pero eso no es una novedad en sí misma, sino lo propio de los nuevos tiempos, ¿no? En definitiva: si el arte es ya, a la vez, política, si su forma y su materia son ya, a la vez, forma y materia de una nueva política, ¿el arte no implicaría un diferenciarse del modo en que operan las actuales instituciones de la dominación? ¿Podrías explayarte un poco más sobre lo que implica esta "modificación de un estado de cosas local", y más específicamente, sobre las relaciones entre arte y poder en el presente?

Reinaldo Laddaga: "Modificar un estado de cosas local" quiere decir, en mi libro, simplemente producir una operación que aspira a reconfigurar directamente un espacio o una institución o la relación en un grupo de personas: cosas del orden de promover asociaciones que no serían posibles sin su existencia (como en el Proyecto Venus), generar una cuasi-institución que exista en el tiempo, relativamente independizada de su contexto de advenimiento inicial (La comuna), facilitar la colección de información sobre formas posibles de protesta (las narraciones en open source). Podría haber dicho, más fácilmente, ser "útiles". Y ser "útiles" de una manera inmediata, palpable, en relación a una colectividad limitada en el tiempo y en el espacio, y a un propósito que es diferente al de realizar alguna clase de objeto con propiedades estéticas. El despliegue del trabajo útil es, al mismo tiempo, expuesto y configurado en objetos con propiedades estéticas.

Claro que algunos de los proyectos sobre los que en el libro trabajo se definen explícitamente como críticos respecto a las estructuras políticas, económicas, culturales, etc., y otros no. Me parece que aquí tengo un par de cosas para decir respecto a mi argumento. Lo que trato de definir en mi libro es un tipo de arreglo o de composición de objetos y sujetos, espacios y tiempos, en torno a la producción de narraciones y de imágenes destinadas a circular en público, arreglo diferente al que era más común en el contexto de la cultura moderna de las artes. Los artistas que se han consagrado, en los últimos años, a la invención de este formato (tomo la expresión de Pierre Huyghe) se inspiran, en ciertos aspectos, en la tradición de la vanguardia, pero en otros sentidos se apartan de ella, de una manera que sería aquí demasiado complejo de explicar (y que trato de explicar en el libro). El formato en cuestión puede movilizarse en un proyecto de puesta en cuestión, por ejemplo, de las formas sociales o económicas dominantes en el presente, o no. Por eso he tratado de hacer una descripción de sus rasgos que prescindiera de los programas políticos en relación a los cuáles se movilizara.

Una breve acotación que concierne a la evaluación política de las formas de arte del presente. Si no me equivoco, alguien que hoy esté interesado en las posibilidades de una política progresista, tiene que ver que un problema particularmente importante es el de las formas de organización: ¿cómo se generan y articulan colectividades cuando las formas modernas de solidaridad (la solidaridad de clase, o de barrio, o incluso de clase de edad) se debilitan? Dicho de otro modo, cuando las formas del partido, del movimiento, del sindicato, todo aquello que habíamos entendido, se vuelve problemático. Hay que decir que la dificultad de organizar poblaciones extremadamente heterogéneas en acciones políticas unificadas es lo que explica la dificultad que ha tenido para consolidarse y progresar, en los últimos años, lo que solía llamarse el "movimiento anti-global". La clase de laboratorio, el espacio de relativa indeterminación que ofrece el espacio (indefinido en sus bordes) del arte permite una exploración. Creo que una evaluación política de los proyectos del tipo de los que trato en el libro debiera atender primariamente a esta dimensión, que en muchos casos se despliega sin relación a una toma de posición explícita respecto a las estructuras de dominación, explotación o exclusión del presente.

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