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Arte y Teorí­a
Cuestiones acerca de lugar y espacio en el arte latinoamericano
Maria Clara Bernal Bermudez




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Francis Alÿs

Los historiadores de arte, los teóricos y los curadores que trabajan con arte latinoamericano se enfrentan constantemente a este interrogante. Nuestras tareas no son sencillas; no se trata de tomar una obra de arte aquí y colocarla allá. Debemos efectuar una doble traducción: no solamente traducimos una obra en palabras sino que con frecuencia debemos traducir una cultura a otra. No obstante, este acto de traducción debe llevarse a cabo con plena conciencia de que no se trata de una operación sistemática y transparente sino, por el contrario, de un acto de interpretación; estamos creando el lugar de acuerdo con nuestro criterio. Pero ¿acaso es necesario referirse al lugar para estar en condiciones de hablar sobre arte o podemos limitarnos a delinear un espacio de relaciones posiblemente más flexible?

El problema de redefinir el espacio en el arte latinoamericano presenta un doble desafío. Por una parte debemos considerar el constante esfuerzo que realizan los artistas para escapar a las categorías que resultan de la especificidad de este lugar denominado América Latina. Por otra parte, existe la necesidad de que los historiadores hablen acerca de este esfuerzo (no sólo mencionándolo sino también mediante el cambio en su manera de reflexionar acerca del arte) y reconozcan que no es posible determinar al artista mediante la expresión "Arte latinoamericano". Esta investigación acerca de las cuestiones de espacio y lugar surge de una preocupación específica respecto de los intentos desesperados por hablar acerca del arte proveniente de América Latina dentro de un contexto cuando este espacio ya no existe del mismo modo que en el pasado. Se han formulado numerosas propuestas, por ejemplo el intento de Gerardo Mosquera por cambiar la denominación de "arte latinoamericano" a "arte de América Latina" o la sugerencia de Mari Carmen Ramirez respecto de estudiar el arte latinoamericano desde el no-lugar. De hecho, se han presentado tantas propuestas que estamos cansados de escuchar acerca del mismo problema en forma excluyente durante los últimos veinte años por lo menos. Sin embargo, esta reiterada insistencia en el tema señala una cuestión que permanece irresuelta: ¿Cómo nos referimos, por ejemplo, a un artista colombiano como Fernando Arias que trabaja en Londres aunque insiste en su conexión con su país natal? O ¿cómo nos referimos al arte de Francis Alys, un belga que trabaja en México? ¿Son "artistas latinoamericanos"? ¿Crean "arte latinoamericano"? ¿Podemos referirnos a su obra como Arte de América Latina?

Desde que la humanidad tiene memoria, se ha manifestado un intento desesperado por explorar, delinear, graficar, disputar, colonizar y descolonizar el espacio o bien traducir el espacio a lugar; un intento desesperado por darle una estabilidad total, características inamovibles y construir la identidad de los sujetos conforme a ello. Resulta sorprendente que hayan sido escasos los intentos de liberar el espacio de sus limitaciones y considerarlo solamente como un arreglo temporario. Se ha dedicado escaso esfuerzo a reflexionar acerca de la importancia de "no pertenecer", de carecer de lugar propio, de crear desde el borde. Con respecto a este último punto, resulta pertinente mencionar la obra del filósofo suizo Vilem Flusser quien vivió su exilio en Brasil durante la Segunda Guerra Mundial. En su ensayo titulado "Exilio y creatividad" sostiene que "El expulsado ha sido arrancado de su entorno habitual (o lo ha hecho por su cuenta). El hábito es una manta que oculta los hechos del caso. En un entorno familiar, se reconoce el cambio pero no la permanencia. Aquel que vive en un hogar, encuentra el cambio informativo, pero considera redundante la permanencia. En el exilio, todo es extraño. El exilio es un océano de información caótica. En él, la falta de redundancia no permite que el flujo de información se reciba como mensajes significativos. Por el hecho de ser extraño, el exilio es invivible. Debemos transformar la información que zumba a nuestro alrededor en mensajes significativos para hacerlo soportable. Debemos "procesar" los datos. Es una cuestión de supervivencia: si no logramos transformar los datos, nos vemos devorados por las olas del exilio. La transformación de datos es sinónimo de creación. El expulsado debe ser creativo si no desea derrumbarse por completo". El arte mismo nos enseña acerca del carácter constructivo de esta movilidad. Tal como afirma el poeta martiniqués Eduard Glissant, el arte es la única esfera donde es posible admitir que el cambio mediante el intercambio es algo positivo.

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