El día que Martín Prieto y Myriam Martínez Elcoro se preguntaron que unía más que nada Rosario con Asunción, dijeron, sin dudarlo: el río. Y así se echó la suerte. Un laboratorio estaba en ciernes. Se pensaba en un proyecto regional que involucrara a la red de centros culturales españoles y - ahora lo sabían- la columna vertebral que los iría a unir sería el río. El río. Paisaje, recurso, argumento, tema, lema, medio, obsesión. Había que pensar el río de nuevo, desde sus muchas aristas. ¿Cómo hacerlo? Navegándolo, como lo hubieran hecho los primeros expedicionarios de Occidente de la región. “Subiendo el río hacia atrás”, como bien apuntó luego Jorge Fandermole en una canción compuesta abordo de aquel barco. Graciela Silvestri, autora de El color del río, fue a quien se le encomendó la tarea de desmenuzar esas aristas. Fue ella quien convocó a diversos representantes de “artes, oficios y saberes”para que, embarcados y con el agua bajo los pies, se pusieran a darle vueltas al río, a su imagen, a su figura. Parana ra’anga, la figura del Paraná, fue el nombre elegido. El guaraní no es aquí gratuito, es la lengua que tiñe gran parte de la región en la cual está asentada la cuenca del Paraná. Parana, una palabra guaraní que significa pariente del mar o parecido al mar, no es, de manera alguna, un nombre infundado. Ta’anga quiere decir imagen, figura, espíritu, sombra, alma, también tentación. Se utiliza la acepción de figura. Esta palabra declinada es ra’anga. La figura del Paraná, entonces, fue la acepción elegida. El libro que sirvió de guía para elaborar el proyecto fue Viaje al Río de la Plata de Ulrico Schmidl, la primera crónica escrita sobre estos lares. Schmidl, un bávaro que acompañó al primer adelantazgo del Río de la Plata en el Magdalena, en aquella expedición de la cual tanto se ha escrito. Así que, liderado por el Centro Cultural Parque de España de Rosario, el proyecto empezó el trabajo de confeccionar una cartografía posible: un marco teórico, las necesidades prácticas, las cuestiones logísticas, una agenda en tierra, etc. La intención era que durante casi un mes, un barco navegara las aguas del Paraná y luego del río Paraguay desde el Tigre, en Buenos Aires, hasta Asunción. Sus pasajeros serían invitados a trabajar desde sus propias prácticas, insertos en un paisaje, y en constante relación con otras subjetividades. Habría expedicionarios que realizarían toda la travesía y otros lo harían por tramos. El barco atracaría en algunos puertos, para así también tener la posibilidad de entrar en contacto con tierra. La travesía comenzaría en tierra el 5 de marzo de 2010, en Buenos Aires y La Plata. Se partiría el 8 desde Tigre y bajaríamos en Rosario, Santa Fe, Paraná, La Paz, Goya, Puerto Barranqueras, Corrientes, Pilar, Formosa y Asunción. Ejes fluviales El documentos que Graciela Silvestri elaboró para que podamos desmenuzar los porqués y paraqués de tan extrema empresa, contiene algunos ejes que irían a aglutinar intereses y prácticas de manera interdisciplinar. El primero de ellos, quizá el que ha atravesado este itinerario de manera más visceral, era el que hablaba de la experiencia. El acontecimiento vendría dado por un trascurrir lento del tiempo, una relación con el mismo distinta que obliga a detenerse, y una convivencia con los demás expedicionarios, cruces que de otra manera no sucederían. Es este punto, que me ha interesado sobremanera, una apuesta por la contingencia. Nada está previsto de antemano, todo dependería del acontecimiento. Cuando decíamos todo, antes de que llegara el día de la expedición, no sabíamos cuán abarcadora sería la palabra. Ya volveré sobre este aspecto. En segunda instancia, la relación entre la representación y el espacio. ¿Cómo representar el espacio, y no sólo “el espacio”sino ese espacio al cual nos someteríamos? Un espacio que, en la tradición romántica, se correspondía con cierta inmovilidad. ¿Qué sucede ahora, cuando el espacio con el cual nos confrontamos, es transitorio, mutable? ¿Cómo representar el movimiento? Del eje anterior ha de desprenderse otro que posee implicancias territoriales y políticas. El territorio que atravesaremos (¿nos atravesará?) conforma hoy un paisaje muy distinto al descrito por Schmidl. Ha sido dibujado entorno a la creación de naciones, ha construido sus patrones culturales, ha visto desarrollar un tipo de economía y no otra, ha sido transida por la violencia de las conquistas, las guerras, las dictaduras. ¿Se podría bocetar otro concepto de región a partir del análisis transdisciplinario de estas implicancias territoriales y políticas? Y, por último, lo cual no quiere decir que aquí se clausuren posibilidades otras, el eje que trata de volver a mirar, de volver a observar y repensar la figura del Paraná (de allí el nombre del proyecto). Este concepto no se identifica con uno fijo, sino con aquel que entiende la figura como “lo que se manifiesta de nuevo”, “lo que transforma”.(1)
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