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Internacional Errorista: La revolución por la vía de los afectos. Parte 1
Santiago Garcí­a Navarro




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A principios de noviembre del año pasado [2005], un dispositivo de seguridad diseñado principalmente por los gobiernos de Argentina y Estados Unidos para garantizar el desarrollo de la IV Cumbre de las Américas, transformó un sector de 250 manzanas de la costa central de Mar del Plata en un enclave hermético. En el balneario en el que se agitan o reposan las fantasías vacacionales de la mayoría de los argentinos, los propios residentes podían ingresar a sus casas sólo si hacían valer una tarjeta de identificación elaborada ex profeso por la policía.

Una muy precisa radiografía de la democracia de mercado brindó ese búnker en el que los representantes decidieron quedar por completo aislados a fin de, paradójicamente, decidir en nombre de aquellos a los que representan. Pero el asunto de fondo eran los negocios: las presiones del gobierno de Bush para lograr un acuerdo continental que permitiera lanzar definitivamente el ALCA se frustraron por la oposición de los países del Mercosur y Venezuela.

La mañana del día anterior al cierre de la Cumbre, una multitudinaria manifestación pacífica, liderada espiritualmente por el presidente Hugo Chávez, atravesó decenas de cuadras por uno de los sectores de circulación no restringida de la ciudad. Esa misma tarde, una marcha más radicalizada programaba transgredir uno de los pocos accesos al cordón militar y policial que custodiaba el barrio cerrado temporario donde discutían las cúpulas gubernamentales. El desenlace fue rápido: los agentes del orden desplegaron una represión misteriosamente comedida y retardada, algunos manifestantes destrozaron tiendas, hubo una redada arbitraria, decenas de personas terminaron en las comisarías, y todo fue editado y reproducido por los medios al calor de las noticias.

Durante la semana de la Cumbre, Mar del Plata había quedado paralizada. Ni un alma se vio por las calles del centro, nadie en los barrios más alejados y tranquilos. La gente, que por temor se había atrincherado durante varios días en sus casas o se había exiliado a ciudades vecinas, salió a ocupar la calle por primera vez para recorrer -curiosa, confusa, confundida-, el reguero de destrozos que dejó la manifestación de la tarde.

En esa ciudad sitiada bajo pretexto de defensa contra el terrorismo global, a la vez que agitada por las movilizaciones callejeras, se dio a conocer un nuevo movimiento político, adepto a los anacronismos y promotor de la revolución por la vía de los afectos: la Internacional Errorista (IE). Surgido del seno del grupo Etcétera..., el Errorismo se conformó por ampliación y, en cierto sentido, superación de la idea y la práctica del colectivo de origen, y se viene organizando en una cooperación reticular con grupos que actúan más allá de las -casi transparentes- fronteras argentinas. A continuación, algunos fragmentos de la conversación que mantuvimos hace dos semanas, en Buenos Aires, con tres miembros de Etcétera... y de la IE: Federico Zukerfeld, Loreto Garin y Antonio O´Higgins (Checha).

Federico Zukerfeld: Todo esto parte de una especie de investigación que comenzamos con el análisis sobre cómo los medios de comunicación conforman un imaginario social, convierten a determinados sujetos sociales en un enemigo, y lo utilizan como justificación de sus avances imperiales, guerras e intereses económicos. El Errorismo surgió de alguna manera como una continuidad del proyecto Gente armada. En 2004, nosotros notábamos que ese enemigo, en la Argentina, se estaba constituyendo en la figura del piquetero. Los medios creaban un imaginario donde los piqueteros eran peligrosos, delincuentes, diferentes a nosotros, y conformaban casi una esfera social nueva, que nadie entiende bien qué es, porque tienen su propia música, su propia forma de vestir, su propia forma de hablar, sus propios códigos. Ese "enemigo" tenía que ser apartado de la sociedad, porque potencialmente podía algún día ser parte de una guerrilla. La principal acusación es que ellos iban a las manifestaciones armados y con el rostro cubierto. Si uno tomaba una imagen de los piqueteros y la ponía en contraste con la Intifada palestina, no había muchas diferencias: el mismo pañuelo, el mismo palo, la misma gomera, pero en latitudes diferentes. A partir de eso, hicimos Gente armada: fotocopias ampliadas a tamaño natural de distintas figuras que pueden reflejar personajes identificables de la ficción o de la realidad. Se llama Gente armada porque esos personajes están armados, y también porque son construidos y desarmables.

Loreto Garín: También porque son figuras sobre la gente que arman los medios de comunicación.

FZ: Cuando supimos que George Bush iba a venir a Mar del Plata, pensamos en una de las consignas que siempre se usaban en los escraches: "A donde vayan los iremos a buscar". Es decir, que a donde fuera Bush lo íbamos a ir a buscar para denunciarlo. Nuestra idea principal era conformar una especie de imagen-espejo de Medio Oriente. Al estilo de otras acciones nuestras, la idea era aparecer vestidos como terroristas, para que la imagen se difundiera por los medios de comunicación masiva internacional, que son los mismos que construyen esta figura. Buscábamos que se filtrara esta figura como un mensaje: "ojo, que también acá están haciendo la guerra, ojo que éste puede ser el próximo punto..." Después empezamos a trabajar desde lo teatral y lo cinematográfico. "Errorismo" nació porque nosotros no podíamos hablar de terrorismo. Cuando empezamos a investigar cómo se entrenan y actúan los terroristas, uno de nuestros compañeros, Ariel, mandó por correo electrónico un mensaje titulado ¿Cómo se prepara un suicida de (no sé dónde)?. Pero le bloquearon el Hotmail y entramos en paranoia. Nos dimos cuenta de que hay una censura muy fuerte sobre el tema, porque, o parece que estás apoyando los métodos terroristas, o que condenás a la sociedad musulmana completa. Un día, cuando un compañero nuestro estaba escribiendo un texto en la compu, apretó el corrector F7 y la primera palabra que apareció marcada como incorrecta fue "errorismo". Este compañero había querido escribir "terrorismo". El corrector decía: "errorismo" no existe, usted quiso decir "erotismo" o "terrorismo". De ahí surgió el nombre. Por un lado, como oposición y denuncia al estereotipo. Pero por otro, hallamos la palabra justa, que tiene su propia discusión filosófica sobre el tema del error.

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