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Prácticas Curatoriales
Caracas: arte en el borde
José Antonio Navarrete




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Caracas: arte en el borde

En un texto ya clásico de la historia reciente del arte venezolano, publicado en 1974, la crítico de arte Marta Traba (1923-1983) declaraba su dificultad para entender el enfoque de pensamiento progresista y cosmopolita que se hacía dominante en Caracas por entonces, el cual encontraba perfectamente compatibles, como contradicciones inevitables del desarrollo, las situaciones más dispares. Entre otras, la autora señalaba la coexistencia de, segun sus propias palabras, "las escasas galerías adonde llega la propuesta conceptual con las innumerables galerías donde se venden, ‘al detalí, bodegones y paisajes de araguaney, apamate y Ávila".(1)

Fueron también esos años setenta, cabría agregar, aquellos en que se comienza a configurar en Caracas una red de establecimientos publicos de promoción del arte, cuyo tejido concluye, en lo fundamental, dos décadas más tarde: a la lista integrada por las galerías comerciales que funcionaban en la ciudad, alguna que otra sala de exhibición alternativa o con financiamiento privado estable, escasos museos que incluían producciones de arte en sus colecciones –como el Museo de Arte Colonial y el Museo Arturo Michelena– y el asentado Museo de Bellas Artes, hubo de añadírsele en relativamente corto tiempo un grupo de instituciones oficiales de carácter museístico. En 1974 se funda el Museo de Arte Contemporáneo, enseguida denominado Museo de Arte Contemporáneo de Caracas y, poco después, Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imber; en 1976, la Galería de Arte Nacional; en 1985, el Museo de Arte La Rinconada, que en 1990 se reinaugura como Museo de Artes Visuales Alejandro Otero y luego es llamado Museo Alejandro Otero; en 1993, el Museo del Oeste, que en 1995 adopta el nombre de Museo Jacobo Borges, y, en 1997, el Museo de la Estampa y el Diseño Carlos Cruz Diez.(2) Al despedirse el pasado siglo, ya Caracas tenía, gracias a su crecida dotación de espacios publicos y privados, una infraestructura para la divulgación del arte calificable de apropiada en varios aspectos.

Entre esfuerzos de profesionalización y complacencia acrítica, titubeos, confusiones y aciertos, el sistema institucional publico arriba aludido estableció en el proceso de su constitución y desarrollo relaciones preferentes y muy activas con la producción artística nacional, que hasta el presente ha nutrido en un por ciento elevado sus programas expositivos. El Estado pasaba así a desempeñar un papel marcadamente hegemónico en la circulación, a lo interno del país –y sobre todo en la capital–, del arte venezolano.

Pero algo inédito para la vida artística caraqueña ha empezado a tomar presencia y cuerpo inusitados ya entrada esta década: la multiplicación de sitios de exposición que abogan por un vínculo comprometido con el arte más ambicioso que se produce en el país y, para lograr sus fines, o bien intentan renovar el enfoque obsoleto sobre el arte predominante en las galerías comerciales de la ciudad –en el seno de un mercado artístico que ha sido hasta ahora, y con pocas excepciones en su devenir, eminentemente conservador–, o bien situarse a distancia decidida de los modelos institucionales de difusión correspondientes al Estado o al mercado que han caracterizado a nuestra escena artística. Más bien, habría que decir que algo está pasando en el ámbito cultural caraqueño en su conjunto, dado el desenvolvimiento de diversas iniciativas de promoción de la cultura artística y literaria lejos del Estado y de la actividad empresarial de índole más tradicionalista.

Si hablamos de artes visuales y nos referimos sólo a los espacios de exhibición surgidos en el ultimo año y medio, quizás la galería La Cuadra pueda ser mencionada como ejemplo del interés por establecer, desde el concepto de la galería comercial, vínculos más eficaces y mejor estructurados con el arte contemporáneo local, mientras que Periférico Caracas, impulsado bajo la figura del mecenazgo, se ha ido convirtiendo progresivamente, desde su apertura el 11 de diciembre de 2005 bajo la dirección general del curador Jesus Fuenmayor, en una suerte de "complejo" expositivo en continua expansión, todavía no concluida. Allí tiene su sede el Galpón 0, también dirigido por Fuenmayor; la oficina no. 1, espacio manejado por los artistas Luis Romero y Suwon Lee que llevaba acumulado una trayectoria en otra sede antes de ser trasladado a Periférico Caracas en agosto de 2006; la Fernando Zubillaga Galería y Estudio T, a cargo este ultimo de Teresa Mulet, y cuya oferta expositiva en trámite se orienta hacia los procesos del diseño contemporáneo. Como proyecto de acción independiente que en su desarrollo ha incorporado otras modalidades de financiamiento al apoyo sostenido de Tulia de González, Periférico Caracas se ha logrado posicionar aceleradamente como un sitio clave para la divulgación de las artes visuales contemporáneas de Venezuela.

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