Artistas Temas de Arte Exposiciones Nosotros Busqueda


Prácticas Curatoriales
Carga (y Descarga)
Cristian Silva




Bookmark and Share













Este ensayo y los videos posteriores fueron originalmente publicados para Freewaves: Latin America, un festival de videos llevado a cabo en Los Ángeles en noviembre, 2002.

Hace unos años, recorriendo un barrio limeño que pudo haber sido Jesús María, tuve ocasión de encontrarme con una inquietante modalidad de anuncio callejero. Pegados sobre varios muros y postes, a veces aisladamente, otras veces en grupos pequeños o grandes, una serie de papeles tamaño carta blancos y también de otros colores, proponían un texto fotocopiado de dos líneas, conciso y directo: necesito problemas. Y bajo ambas líneas, un número telefónico local (que variaba de uno en otro, probablemente según el anunciante). Intrigado y tras consultarle a unos vecinos, me enteré que lejos de tratarse de una proclama existencial o de un performance colectivo, aquellos escuetos volantes estaban ahí cumpliendo la elemental función de promocionar servicios de plomería y reparaciones eléctricas.

En un contexto sociopolítico como el latinoamericano, conflictuado, deprimido y fatigado en innumerables sentidos, la presencia de un muro callejero tapizado con estos precarios cartelitos multicolores "solicitando problemas", puede revelarnos con claridad la contradicción que significa hacer arte aquí y ahora. Al igual que esta propaganda urbana y en la ruta de paradigmas deslumbrantes como Francis Alijs, Antonio Caro o Cildo Meireles (verdaderas esponjas y filtros de cuanto ha acontecido en sus comunidades), los artistas latinoamericanos más ilustres han sabido operar históricamente desde una plataforma en que la austeridad, la economía de medios, la nitidez de planteamientos, un sentido de pertenencia profundamente afectivo, una voluntad de "reparación" y un muy especial sentido del humor, constituyen su sello distintivo.

No obstante, en el caso específico del Chile de hoy, ha sido posible advertir ciertas fisuras que problematizan y replantean esta singular relación artista-entorno tan característica de nuestro continente. Durante los últimos catorce años, los complejos mecanismos de producción de arte al interior del escenario pos-Pinochet han resultado en una secuencia de acciones y reacciones que pueden ser consideradas, a lo menos, incoherentes. La confusa dinámica planteada por el proceso de ajuste bautizado como "transición", se fue transformando a partir de principios de los '90 en un elemento que afectó profundamente a las nuevas generaciones de artistas. Factores como la eventual aparición de un incipiente mercado para el arte contemporáneo criollo, la apertura de decenas de escuelas de artes en todo el país, la creciente libertad de acceso a los espacios públicos y privados de exhibición, la circulación de artistas locales en el panorama internacional, la fuerte inversión de las transnacionales en asuntos de difusión artística, enfrentado todo esto al tono culturalmente ultraconservador y económicamente neoliberal del gobierno socialdemócrata en ejercicio, fueron dando paso a una serie de fenómenos simultáneos -muchos de ellos enfrentados- de los cuales el grupo de creadores reunidos aquí representan algunas de sus aristas.

Desde luego, el formato de "crónica social" tan popular en épocas precedentes en el seno de la literatura, el teatro, la música y la plástica chilena, fue sustituido durante las últimas décadas por diferentes formas de documentación (distanciada, fría y erudita por un lado; liviana, juguetona y cómica por otro), como también por una suerte de estética individualista, "irresponsable" en el sentido más ortodoxo y solemne del término. En el campo de lo audiovisual, los videos "Carlos Altamirano, Artista Chileno" de Carlos Altamirano o "Las Cantactrices" de Carlos Leppe, o experiencias seminales en cine como "El Chacal de Nahueltoro" de Miguel Littin (1969) e "Idénticamente Igual, El Charles Bronson Chileno" de Carlos Flores (1978-84), fueron dando paso en la década del '90 a producciones -tal vez demasiado- atentas al devenir de las industrias internacionales del cine y del video clip musical (Gustavo Graef-Marino, Andrés Wood, Cristián Galaz, Germán Bobe, etc). Y aun cuando ciertamente es posible seguir encontrándose con muchos trabajos sensibles y pulcros (como "Aquí se construye" de Ignacio Aguero, 2000), la vanguardia audiovisual en Chile manifiesta en general una condición desperfilada que resulta directamente proporcional a una disponibilidad de recursos comerciales y técnicos que aparenta ir en aumento.

Juan Céspedes, Félix Lazo, Cristóbal Lehyt, Mario Navarro, Mariano Maturana, Macarena Rivas, Francisco Valdés y Joe Villablanca (los artistas reunidos en la presente selección), han sabido sostener una posición consecuente -y al mismo tiempo ágil- respecto de las limitantes de su contexto y sus inestabilidades ideológicas. Con el objetivo de enriquecer sus códigos han brincado certeramente de un medio a otro, se han mantenido alertas frente a las problemáticas sociales urbanas contemporáneas, han negociado con serenidad su inscripción histórica y pública, pero sobre todo, han trabajado directa y sutilmente desde sus propias y disímiles sensibilidades. En un territorio como el chileno, tristemente célebre por sus frecuentes y devastadores terremotos, podríamos señalar que sus propuestas se han ido articulando según lo indican los más sofisticados dispositivos antisísmicos; es decir, absorbiendo, resistiendo y reciclando las energías externas, empleando para ello la flexibilidad más que la fortaleza. Y aunque prácticamente todos han recibido una formación plástica -gráfica y pintura- y no todos radiquen actualmente en Chile, su incursión en lo audiovisual ha constituido un interesante aporte para las generaciones más jovenes de artistas locales. En ese sentido, cabe mencionar a "Gran Santiago" de Joe Villablanca (1997), como uno de los trabajos más representativos de esta actitud y tal vez de los gestos más radicales realizados en video durante la década del '90 en Chile: el registro extremadamente low-tech de la breve, gentil, cándida, errática y algo delirante irrupción telefónica del artista (durante la transmisión en vivo de un modestísimo programa televisivo de conversación), con el propósito de promocionar y difundir su propio trabajo.

Guadalajara, junio del 2002

1 de 2 páginas     siguiente página



regresar a temas de arte